Los Detroit Pistons están dando de qué hablar en la NBA este 3 de marzo de 2025. Con una racha de 8 victorias consecutivas, empatan con los Cleveland Cavaliers por la racha activa más larga de la liga, según ESPN. Su récord de 33-26 los coloca sextos en la Conferencia Este, un cambio drástico tras una temporada 2023-24 donde terminaron con 14-68 y una histórica racha de 28 derrotas seguidas.
Una transformación en números
Retrocede al 2023-24: los Pistons eran un poema triste, 14-68, el peor equipo de la NBA. La racha de 28 derrotas consecutivas fue un récord que dolió más que un triple fallado en el último segundo. Pero desde el 21 de diciembre de 2024, han jugado 28 partidos y ganado 19 (19-9), un giro que los tiene a un juego del cuarto puesto del Este, según Basketball-Reference. En esta racha de 8 triunfos, promedian 125.1 puntos por juego (segundo mejor ataque de la liga), disparan un 50.5% de campo y tienen un net rating de +16, líder absoluto, per The Athletic. Defensivamente, no son élite (112.4, 12° lugar), pero ya no son el colador de antes.
Esto no es casualidad ni un milagro de medianoche. Es Cade Cunningham tocando como virtuoso, J.B. Bickerstaff dirigiendo con mano firme y un roster que, por fin, tiene algo de colmillo. Pero antes de coronarlos, miremos bajo el capó.
Cade Cunningham: El alma de los Pistons
Si los Pistons son una banda, Cade Cunningham es el vocalista que afina el caos. El pick #1 de 2021 está en modo All-NBA: 27.2 puntos, 9.5 asistencias y 6.3 rebotes por juego en esta racha, con un 52.3% de campo y un absurdo 44.7% desde el triple.
“No me sorprende que ganemos tanto, nos sentimos más preparados que nadie”
Soltó tras humillar a los Clippers el 24 de febrero. Es un Luka Dončić con menos reflectores pero igual de letal, orquestando jugadas con la calma de un veterano y la hambre de quien recuerda cada burla del año pasado.
A su lado, Jalen Duren (11.8 puntos, 11.2 rebotes), mientras Malik Beasley (42% en triples) y Tobias Harris añaden las notas agudas que Detroit no tenía. El gerente Trajan Langdon no trajo superestrellas, pero sí piezas que encajan. Sin embargo, aquí va el primer pero: ¿puede este núcleo sostenerse contra los gigantes del Este?.
J.B. Bickerstaff: El arquitecto silencioso
J.B. Bickerstaff no es un showman, pero sabe construir. Tomó un Cleveland roto y lo llevó a playoffs; ahora, en Detroit, ha dado orden a un equipo:
“Estoy orgulloso de su resiliencia y dureza mental”
Tras el 148-143 contra Atlanta el 2 de marzo, un juego donde los Pistons anotaron como si el aro fuera un coliseo abierto. Su sistema no es revolucionario, pero sí efectivo: ataque fluido, defensa decente y una mentalidad que recuerda a los “Bad Boys” de 1990, esos tipos que no daban un balón por perdido.
Hablando de los “Bad Boys”, aquella racha de 8 victorias seguidas en la 1989-90 fue parte de un camino al título, liderado por Isiah Thomas y una defensa que asfixiaba. Hoy, los Pistons no tienen ese filo defensivo (los de 1990 permitían 98 puntos por juego; estos, 112), pero comparten esa vibra de no rendirse. ¿Coincidencia o destino? Quizá solo nostalgia, pero el eco está ahí.
¿Es sostenible?
Aquí viene el balde de agua fría. Esta racha es un subidón, pero el calendario aprieta: Boston, Milwaukee y Philadelphia acechan en las próximas semanas. Los Pistons son jóvenes y atléticos, pero carecen de un segundo creador de élite junto a Cunningham y un centro dominante que no sea Duren, quien aún está verde. Su defensa, aunque mejorada, no intimida como la de los “Bad Boys” o los contendientes actuales. Y la pregunta del millón: ¿qué pasa cuando las piernas fallen tras 59 juegos?.
El 2023-24 nos enseñó a no confiar ciegamente en Detroit. Ese 14-68 no se borra con 8 victorias, por brillantes que sean. Pero también hay que darles su crédito: han triplicado su ritmo de triunfos en un año, y el ambiente en el Little Caesars Arena empieza a oler a playoffs, algo que no se vivía desde 2019.
Los Pistons no son solo números; son una ciudad golpeada que encuentra eco en su equipo. Detroit, la “Motor City”, sabe de caídas y resurrecciones, y este equipo canaliza eso. Cada triple de Cade, cada rebote de Duren, es un grito de “no estamos muertos”. No son los “Bad Boys” de 1990, con sus títulos y su swagger, pero tienen algo de esa garra. Y en un deporte donde las dinastías aburren, ver a un underdog levantarse con esta pasión es puro baloncesto.
Entonces, ¿por qué están en boca de todos?, porque han pasado de ser un meme a una amenaza en 12 meses. Porque Cunningham juega como si quisiera callar a cada crítico. Porque Bickerstaff ha armado un rompecabezas con piezas que nadie esperaba. Pero ojo: esto es una racha, no un legado. Si quieren ser los nuevos “Bad Boys”, tendrán que sudar sangre más allá de marzo. Por ahora, afina el oído: los Playoffs están a la vuelta de la esquina en Detroit.