El 30 de mayo de 2001, el Estadio Azteca se convirtió en un coloso vibrante, albergando a 114,500 espectadores en un duelo épico que marcó la historia de la Copa Libertadores. El Cruz Azul mexicano enfrentó al gigante argentino River Plate en los cuartos de final, y lo que ocurrió aquella noche no fue solo un partido, sino una hazaña que resonó en todo el continente. Con una goleada de 3-0, La Máquina no solo eliminó a uno de los clubes más prestigiosos de Sudamérica, sino que estableció un récord de asistencia que sigue imbatido en la Libertadores.
El contexto: Cruz Azul, el novato valiente
En 2001, Cruz Azul debutaba en la Copa Libertadores como equipo invitado, tras clasificar en la Pre-Libertadores frente a clubes mexicanos y venezolanos. La Máquina, dirigida por José Luis Trejo, había sorprendido al eliminar a Cerro Porteño en octavos de final (4-3 en el global). Ahora, en cuartos, enfrentaba a un River Plate temido, con figuras como Andrés D’Alessandro, Ariel Ortega y Javier Saviola. El partido de ida, el 23 de mayo en el Monumental, había terminado en un 0-0 que mantenía la serie abierta. Pero nadie anticipaba el vendaval que se desataría en el Azteca.
El Estadio Azteca, con su mística imponente, se llenó hasta los topes. La cifra de 114,500 asistentes incluyó aficionados de diversos equipos mexicanos, unidos para apoyar a La Máquina contra el coloso argentino. Esta asistencia sigue siendo el récord absoluto de la Libertadores, superando cualquier otro encuentro en las 65 ediciones del torneo hasta 2025.
Una goleada para la historia
El silbatazo inicial del árbitro brasileño Antônio Pereira desató una tormenta celeste. Cruz Azul, reforzado por José Saturnino Cardozo y Sergio Almaguer, salió con hambre de gloria. El primer gol llegó al minuto 30, cuando Juan Francisco Palencia conectó un disparo tras una jugada colectiva, haciendo estallar el Azteca. En el segundo tiempo, Cardozo, el delantero paraguayo cedido por Toluca, anotó el 2-0 al 55’ con un remate letal. Palencia, en el 78’, selló el 3-0 con un golazo que desató la locura en las gradas. River, con su constelación de estrellas, no encontró respuesta ante un Cruz Azul que jugó con garra y precisión.
La Máquina dominó con un fútbol vertical, aprovechando los espacios que dejó la defensa millonaria. El Azteca “pesó como nunca”, y los hinchas, desde los más fieles cruzazulinos hasta simpatizantes de otros clubes, crearon una atmósfera ensordecedora que intimidó a River. El 3-0 en el global aseguró el pase a semifinales, donde Cruz Azul eliminaría a Rosario Central antes de caer en la final ante Boca Juniors en penales.
Lo que hizo especial este partido
Este encuentro trascendió por varios motivos. Primero, fue un hito para el fútbol mexicano. Cruz Azul, en su debut en la Libertadores, demostró que podía competir con los gigantes sudamericanos, ganándose el respeto del continente. Segundo, la asistencia récord reflejó la pasión de México por el fútbol. Aficionados de América, Chivas y otros clubes llenaron el Azteca, uniendo al país en un momento de orgullo nacional.
Además, el partido marcó un punto de inflexión para Cruz Azul. Aunque no ganó la Libertadores, su campaña de 2001, con victorias sobre River y Rosario Central, consolidó su legado como un equipo competitivo en torneos internacionales. Palencia, héroe de la noche, recordó años después en AS México: “Ese día sentimos que representábamos a todo México”.
Un legado imborrable
El Cruz Azul vs. River Plate de 2001 no fue solo un partido; fue una celebración del fútbol mexicano. Los 114,500 espectadores crearon una atmósfera que aún se siente en la piel de los que lo vivieron. Cada gol, cada cántico, fue un grito de que México podía soñar en grande. Como dijo Cardozo en una entrevista de 2001: “El Azteca nos dio alas”. Este duelo sigue siendo un faro de inspiración, un recordatorio de que, cuando el fútbol une a un país, no hay límites para la pasión.