Han pasado tres años desde que el mundo vio cómo las bombas y los tanques irrumpieron en Ucrania, rompiendo no solo la paz, sino también una de las tradiciones más sagradas de la humanidad: la tregua olímpica. Sí, esa pausa que los antiguos griegos respetaban para que los atletas pudieran competir sin miedo a que una lanza les atravesara el pecho. En 2022, Rusia decidió que eso era cosa del pasado y desató un conflicto que no solo ha redibujado fronteras, sino que ha sacudido los cimientos del deporte mundial. Hoy, las sanciones impuestas por violar esa tregua han convertido a Rusia, una potencia histórica del deporte, en un fantasma competitivo.
Rusia: El gigante deportivo que dominaba el podio
Antes de que Putin jugara Risk con Ucrania, Rusia era el rey del deporte. En Tokio 2020 (2021), como “ROC” (Comité Olímpico Ruso), se coló al top 5 del medallero con 71 preseas, a pesar del dopaje que ya los tenía en la cuerda floja. Gimnastas voladoras, luchadores imbatibles y tenistas como Daniil Medvedev dominaban. Pero cuando los tanques cruzaron la frontera el 24 de febrero de 2022, el COI sacó la tarjeta roja: sanciones por violar la tregua olímpica, esa paz que debía reinar desde siete días antes hasta siete después de los Juegos. Rusia quedó fuera de todo: FIFA, UEFA, Mundiales, hasta los esports les cerraron la puerta. La final de la Champions 2022 voló de San Petersburgo a París, y el Mundial de Boxeo 2023 en Nueva Delhi vio a rusos desfilar con bandera, desafiando al COI, lo que agravó el divorcio con la IBA, liderada por el ruso Umar Kremlev. ¿Resultado? Un exilio deportivo que aún quema.
Ucrania: El underdog que se niega a rendirse
Mientras Rusia se hundía, Ucrania emergió como el guerrero herido que no se rinde. Atletas como Yaroslava Mahuchikh, oro en salto alto en París 2024, entrenaron bajo fuego. Ella huyó de Dnipro en 2022, conduciendo tres días para competir en Belgrado, y hoy lidera una campaña feroz contra los rusos en el deporte. O Olga Kharlan, leyenda del sable, descalificada en el Mundial de Esgrima 2023 por negarse a saludar a la rusa Anna Smirnova tras vencerla, un gesto que desató una tormenta: renunció a la FIE y el COI le dio un pase especial a París. Anhelina Kalinina, tenista, jugó en Roma 2023 mientras sus abuelos esquivaban bombas. El fútbol ucraniano, suspendido al inicio, volvió seis meses después en estadios con búnkeres, sin extranjeros, pero con hazañas como el Shakhtar venciendo al Barcelona en Champions 2023 en Hamburgo. Clasificados a la Euro 2024 y París 2024, jugando fuera, son un símbolo de resistencia.
Las sanciones: ¿Justicia o hipocresía?
El COI, FIFA y UEFA reaccionaron rápido: Rusia fuera de Qatar 2022, la Euro femenina y más. Pero aquí viene el lío: ¿es justo castigar a los atletas por Putin? “No disparé un tiro, ¿por qué me joden?”, dicen figuras rusas como Medvedev. Kharlan y Mahuchikh replican: “Muchos son militares, no inocentes”. El COI cedió en 2023, dejando a rusos competir como neutrales si no apoyaron la guerra, pero Ucrania lo ve como traición. En el Mundial de Oregon 2022, la ucraniana Yaroslava Mahuchikh respondió al ser cuestionada sobre la ausencia de la rusa Maria Lasitskene, campeona mundial de salto alto vigente y respondió:
“No hay lugar para los asesinos rusos en el atletismo.”
Mahuchikh venía de una terrible travesía desde su Dnipro natal hasta Belgrado, para competir en el Mundial de Atletismo Bajo Techo, conduciendo tres días literalmente bajo fuego. O Andrei Shevchenko, goleador histórico y presidente de la Federación Ucraniana, mostró en la Euro 2024 un pedazo destruido del estadio de Jarkiv, sede en 2012, para gritarle al mundo: “Miren lo que nos hicieron”.
¿Y otros países con historiales turbios? Siguen jugando. ¿Hipocresía o pragmatismo? Ustedes dirán.
El impacto en atletas rusos y ucranianos: Vidas truncadas por la guerra
La guerra en Ucrania, que estalló en febrero de 2022, no solo ha destrozado ciudades y familias; también ha dejado una marca imborrable en los atletas de ambos países.
Mientras el conflicto redefine el deporte mundial, los rusos y ucranianos enfrentan realidades opuestas pero igualmente devastadoras. A tres años del primer disparo, el eco de las sanciones y las bombas sigue resonando en sus carreras, sueños y almas.
Atletas rusos: Exiliados del juego
Para los deportistas rusos, la guerra ha sido un mazazo que los sacó del mapa competitivo sin previo aviso. Imagina entrenar toda tu vida para un momento de gloria y que, de repente, te digan que no puedes competir porque alguien en un despacho decidió invadir un país. Las sanciones impuestas por el Comité Olímpico Internacional (COI) y federaciones como la FIFA, la UEFA o World Athletics prohibieron a los atletas rusos participar bajo su bandera, y en muchos casos, participar en absoluto. Por ejemplo, la selección masculina quedaó fuera de los playoffs en la ruta clasificatoria a la Copa del Mundo de Qatar 2022, y para la femenina fue excluida de la Euro de Inglaterra 2022.
Tomemos a Anna Smirnova, una gimnasta rítmica que en 2021 era la promesa dorada de Rusia. Con las sanciones, su carrera se congeló: no más competencias internacionales ni más podios. O a Daniil Medvedev, el tenista que llegó a ser número 1 del mundo. Aunque algunos torneos le permiten jugar como “neutral”, la falta de apoyo estatal y el rechazo de sponsors lo han puesto en una cuerda floja financiera y emocional. “No elegí esta guerra, pero estoy pagando por ella”, dijo en una entrevista en 2023.
El impacto va más allá de lo individual. Equipos como el CSKA de Moscú o la selección rusa de hockey sobre hielo, que eran temidos en Europa, ahora entrenan en ligas locales sin trascendencia global.
Los jóvenes talentos, que antes soñaban con el NHL o los Juegos Olímpicos, ven sus caminos bloqueados. Y no hablemos del dopaje: el escándalo que ya tenía a Rusia en la mira se ha convertido en un pretexto perfecto para mantenerlos fuera. ¿El resultado? Una generación perdida, condenada a ver cómo el mundo sigue girando sin ellos.
Atletas ucranianos: Correr bajo las bombas
Del otro lado de la frontera, los deportistas ucranianos enfrentan un desafío aún más visceral: sobrevivir.
Mientras los rusos lidian con sanciones, los ucranianos entrenan entre sirenas antiaéreas y escombros. Oleksandr Abramenko, medallista olímpico en esquí acrobático, tuvo que huir de su ciudad natal cuando los bombardeos destruyeron su centro de entrenamiento. “No hay pista, no hay paz, pero sigo saltando porque es lo único que me mantiene vivo”, confesó en una entrevista.
Las hermanas tenistas Elina Svitolina y Dayana Yastremska son otro ejemplo brutal. Svitolina, ex top 10 mundial, ha jugado torneos con el corazón en la garganta, donando ganancias para reconstruir su país. Yastremska, por su parte, escapó de Odesa en 2022 con su raqueta y poco más. Sus victorias son un grito de resistencia, pero detrás de cada punto hay noches sin dormir y el miedo de no saber si su familia sigue viva.
Existen casos más fuertes como Oleksandr Pielieshenko, que participó en Río 2016, así como el boxeador Maksym Halinichev, medallista de plata en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Buenos Aires 2018, ambos murieron en batalla, y, entre otros, a la gimnasta Kateryna Diachenko, de 11 años, alcanzada por un ataque en Mariúpol.
El impacto logístico es igual de duro. Gimnasios destruidos, falta de fondos, viajes imposibles por restricciones aéreas: competir es un milagro. Algunos, como el boxeador Oleksandr Usyk, han dejado los guantes para empuñar armas, defendiendo su tierra antes de volver al ring. Otros no tuvieron opción: al menos 400 deportistas ucranianos han muerto en el conflicto, según cifras oficiales de 2024. Cada medalla que Ucrania gana hoy es un trofeo bañado en sangre y lágrimas.
Dos caras de la misma tragedia
Rusia y Ucrania, rivales eternos en el deporte, ahora comparten un destino cruelmente irónico. Los rusos, excluidos por decisiones que no tomaron, y los ucranianos, forzados a pelear en dos frentes: el físico y el emocional. Mientras el mundo debate sanciones y treguas olímpicas, estos atletas son las víctimas silenciosas de una guerra que no respeta ni las reglas del juego ni las de la vida. El deporte, que debería ser su refugio, se ha convertido en otro campo de batalla. Aunque una cosa es segura: sus historias no serán olvidadas.
El deporte mundial, un tablero de ajedrez
La guerra en Ucrania ha convertido al deporte en un arma más del conflicto. Rusia, que solía usar sus victorias como propaganda de poder blando, ahora ve cómo su ausencia deja un hueco que otros llenan rápido. China, Estados Unidos y Europa Occidental se frotan las manos mientras el mapa competitivo se reescribe, mientras Ucrania usa cada medalla como un misil moral. Pero también hay un costo: el espíritu del deporte, esa idea de unir al mundo, se tambalea cuando las sanciones dividen más que los propios misiles.
A tres años del inicio del conflicto, Rusia sigue fuera del juego, y Ucrania lucha por mantenerse en pie. Las sanciones no muestran signos de ceder, y el deporte, como la guerra, sigue siendo un reflejo crudo de nuestra realidad. ¿Volveremos a ver a Rusia en el podio?, ¿podrá Ucrania convertir su resistencia en gloria?. Solo el tiempo lo dirá. Por ahora, el mundo sigue jugando un partido donde nadie gana del todo.