martes, julio 29, 2025
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Adiós al pequeño gigante: Ángel Macías, el niño que lanzó un juego perfecto

El béisbol mexicano está de luto. El 27 de julio de 2025, Ángel Macías Barba, el legendario “Niño Campeón” que a los 12 años escribió una página imborrable en la historia del deporte, falleció a los 81 años en Monterrey, Nuevo León. Su hazaña en la Serie Mundial de Ligas Pequeñas de 1957, donde lanzó el único juego perfecto en una final de este torneo, no solo le dio a México su primer título mundial, sino que inspiró a generaciones enteras. Con su brazo derecho, su temple de acero y su corazón humilde, Ángel se convirtió en un ícono eterno. 

El día que un niño de Aguascalientes conquistó Williamsport

El 23 de agosto de 1957, en el estadio de Williamsport, Pensilvania, un pequeño de 12 años, apenas 1.52 metros de estatura y menos de 40 kilos, se paró en la lomita frente a 10,000 espectadores. Ángel Macías, nacido en el Barrio de El Encino en Aguascalientes, pero criado en la industrial Monterrey, representaba a la Liga Pequeña Industrial de Monterrey. Nadie esperaba que ese equipo de niños humildes, que cruzaron a pie la frontera desde Reynosa a McAllen por falta de recursos, haría historia. Pero lo hicieron.

Enfrentando a La Mesa, California, en la final de la Serie Mundial de Ligas Pequeñas, Ángel lanzó un juego que aún resuena en los anales del béisbol: un juego perfecto. Retiró a los 18 bateadores que enfrentó en seis entradas, 11 de ellos por la vía del ponche, sin permitir un solo hit, carrera o base por bolas. La pizarra terminó 4-0, con las carreras mexicanas llegando en la quinta entrada gracias a un jonrón y batazos clave de sus compañeros. En la sexta, con el último bateador, Byron Haggard, Ángel enfrentó una cuenta de 3-0. Con el mundo conteniendo el aliento, lanzó dos strikes consecutivos y cerró con un ponche que desató la euforia. México no sólo ganó su primer título mundial; Ángel Macías se convirtió en el único pitcher en lanzar un juego perfecto en una final de este torneo, un récord que, 68 años después, sigue imbatido.

La hazaña fue tan monumental que Monterrey declaró ese día feriado, y la ciudad escuchó el juego por altavoces vía una transmisión telefónica. Los “Pequeños Gigantes”, como se les llamó, regresaron como héroes, recibidos con un desfile desde el aeropuerto hasta el Palacio de Gobierno. Incluso el presidente de Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower, los invitó a la Casa Blanca, donde Ángel le mostró el trofeo con orgullo.

El equipo, dirigido por el visionario César Faz, incluía a 14 niños que dejaron todo en el diamante: Baltazar Charles, Jesús Contreras, Alfonso Cortés, Francisco Aguilar, Gerardo González, Rafael Estrello, José Maiz, Roberto Mendiola, Mario Ontiveros, Fidel Ruiz, Enrique Suárez, Norberto Villarreal, Ricardo Treviño y el capitán José González. Juntos, lograron 13 victorias consecutivas, desde torneos en Texas hasta la final en Williamsport, rompiendo barreras como el primer equipo no estadounidense en ganar el título.

De la lomita al legado: La vida de Ángel Macías

Ángel Macías nació el 2 de septiembre de 1944 en Aguascalientes, pero Monterrey lo adoptó como suyo. Su amor por el béisbol creció en las calles de la Sultana del Norte, idolatrando a los Dodgers de Brooklyn y soñando con el diamante. Su talento no se limitó a la niñez. Aunque nunca volvió a lanzar como profesional, Ángel se reinventó como jardinero, destacando por su bateo y velocidad. Debutó en 1962 con los Tuneros de San Luis y jugó dos temporadas en Ligas Menores con la filial Clase A de los Los Ángeles Angels. En 1969, fue campeón con los Broncos de Reynosa en la Liga Mexicana de Béisbol (LMB), y en 1970 llegó a los Sultanes de Monterrey en un cambio histórico que involucró a la leyenda Héctor Espino. También brilló en la Liga Mexicana del Pacífico con los Tomateros de Culiacán y los Naranjeros de Hermosillo, donde fue el primer mexicano en tomar un turno al bate en la Serie del Caribe de 1971.

Fuera del campo, Ángel fue un hombre ejemplar. Egresado de la Universidad Autónoma de Nuevo León como administrador de empresas, se mantuvo ligado al béisbol, asistiendo a juegos de los Sultanes y apoyando a las nuevas generaciones. Su amigo y compañero, José “Pepe” Maiz, presidente honorario de los Sultanes, lo describió como “un hombre de familia, íntegro, sin escándalos, que deja un ejemplo para la niñez”. Lamentablemente, en sus últimos años, Ángel enfrentó el Alzheimer, una batalla que no opacó su legado.

Un ícono inmortal: El impacto de Ángel Macías

La hazaña de Ángel Macías trascendió el deporte. Su juego perfecto inspiró dos películas, “Pequeños Gigantes” (1960) y “El Juego Perfecto” (2009), así como el libro The Perfect Game (2008), que narran las adversidades de un equipo de niños humildes que conquistó el mundo. El impacto cultural fue tal que los 14 jugadores recibieron becas del gobierno de Nuevo León para completar sus estudios, un reconocimiento a su esfuerzo y talento.

En 2005, Ángel fue inducido al Salón de la Fama de la Excelencia de las Ligas Pequeñas en Williamsport, el primer mexicano en lograrlo. También forma parte del Salón de la Fama del Béisbol de Aguascalientes, ubicado en el parque Alberto Romo Chávez, donde su nombre sigue siendo sinónimo de orgullo. En 2011, durante el Mundial de Béisbol en Aguascalientes, Ángel exclamó: “Yo soy de Aguascalientes”, reafirmando su conexión con su tierra natal.

Para el béisbol mexicano, Ángel Macías es más que un pitcher. Es el símbolo de que los sueños, por imposibles que parezcan, se pueden alcanzar con talento y corazón. Su juego perfecto no solo puso a México en el mapa del béisbol mundial, sino que inspiró a generaciones de niños a tomar un guante y una pelota. Como dijo Francisco Padilla Dávila, presidente del Salón de la Fama del Béisbol Mexicano, al anunciar un homenaje póstumo: “Ángel fue un grande dentro y fuera del diamante”.

Un adiós con el corazón en la lomita

El 27 de julio de 2025, el béisbol perdió a uno de sus héroes más puros. Pero el legado de Ángel Macías vivirá por siempre. Cada vez que un niño en Monterrey, Aguascalientes o cualquier rincón de México lance una pelota, el eco de aquel juego perfecto resonará. Desde el Barrio de El Encino hasta Williamsport, Ángel nos enseñó que los pequeños pueden ser gigantes. Descansa en paz, “Niño Campeón”. Tu curva final fue perfecta.

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