En una noche histórica para el béisbol mexicano, Horacio Piña, lanzador estelar de los Rieleros de Aguascalientes, escribió su nombre con letras doradas al lanzar un juego perfecto ante los Diablos Rojos del México, en el Estadio Alberto Romo Chávez.
El derecho originario de Matamoros, Coahuila, retiró en orden a los 27 bateadores que enfrentó durante nueve entradas, en una brillante actuación que culminó con un marcador final de 3‑0 a favor de los Rieleros.
Con esta joya monticular, Piña se convirtió en apenas el segundo pitcher en la historia de la Liga Mexicana de Béisbol (LMB) en lograr un juego perfecto en partido de nueve entradas, hazaña que no se repetía desde 1953, cuando Ramiro Cuevas lo consiguió frente a los mismos Diablos Rojos.
A lo largo del encuentro, Piña mostró un control absoluto: ponchó a ocho enemigos, mantuvo la bola en el cuadro y no permitió ni un solo corredor en base. La defensa rielera también jugó un papel crucial, respaldando cada lanzamiento con precisión y seguridad.
El público en Aguascalientes estalló en júbilo al caer el último out, reconociendo la hazaña de su as de la rotación, quien ya contaba con una sólida trayectoria en Grandes Ligas y en la LMB, donde tres años antes había lanzado también un juego sin hit ni carrera.
Con este logro, Horacio Piña reafirmaba su condición de leyenda del montículo. La temporada de 1978 sería redonda para él: terminaría con marca de 21 victorias por solo 4 derrotas, y una efectividad de 1.94, guiando a los Rieleros a una campaña memorable.
Este juego perfecto permanece como uno de los capítulos más gloriosos en la historia del béisbol profesional mexicano, y el nombre de Horacio Piña sigue siendo sinónimo de grandeza, dominio y perfección desde la loma.