El fútbol mexicano está de luto. Miguel Ángel “El Zurdo” López, una figura que marcó época en los banquillos del Club América, falleció a los 83 años en Barranquilla, Colombia, dejando tras de sí un legado que resuena como un eco eterno en la memoria de los americanistas. Este no es un obituario común; es un homenaje a un hombre que, con su visión táctica y su pasión desbordada, llevó a las Águilas a lo más alto, tejiendo una historia de títulos y momentos que aún laten en el corazón azulcrema.
Un cordobés que conquistó México
Nacido el 1 de marzo de 1942 en Villa María, Córdoba, Argentina, Miguel Ángel López no solo fue un defensor de élite en su etapa como jugador, sino un estratega que transformó equipos con su mente aguda y su amor por el juego. Su apodo, “El Zurdo”, no sólo aludía a su destreza con la pierna izquierda, sino a su capacidad para trazar caminos únicos en el fútbol. Antes de llegar a México, López ya era una leyenda en Independiente de Avellaneda, donde conquistó cuatro Copas Libertadores (1972-1975), una Intercontinental (1973) y un Campeonato Nacional (1971). Pero fue en el América donde su legado como entrenador se convirtió en un faro para el fútbol mexicano.
La llegada al nido: Un amor a primera vista
Corría 1985 cuando el Club América, bajo la dirección de Panchito Hernández, apostó por traer a “El Zurdo” López al banquillo. Las Águilas, recién coronadas en la mítica “Final del Siglo” contra Chivas en 1984, buscaban consolidar su hegemonía. López debutó el 3 de febrero de 1985 con un triunfo vibrante ante Necaxa (3-2), dando una muestra de lo que vendría: un fútbol equilibrado, tácticamente sólido, pero con ese toque de audacia que encendía a la afición.
En su primera temporada al frente, López llevó al América a la gloria en la campaña 1984-1985. En una final épica contra Pumas, que necesitó tres partidos para definirse, las Águilas se impusieron con autoridad, conquistando el título de Liga MX. No contento con eso, en el torneo PRODE 85, López repitió la hazaña, logrando un bicampeonato que consolidó al América como el equipo a vencer. Su estilo no era de alardes, sino de precisión: defensas bien plantadas, ataques calculados y una capacidad para leer el juego que desarmaba a sus rivales.
La Copa de Campeones de Concacaf: La cereza del pastel
En 1992, durante su segunda etapa con el América, López añadió un trofeo más a su vitrina: la Copa de Campeones de la Concacaf. Este título no sólo refrendó su capacidad para competir en el ámbito internacional, sino que también colocó al América en el mapa continental, un logro que los aficionados recuerdan con orgullo. Bajo su mando, jugadores como Luis Roberto Alves “Zague” y Hugo Sánchez encontraron un guía que sabía sacar lo mejor de ellos, combinando disciplina con libertad creativa.
Más allá del América: Un trotamundos del fútbol
La huella de “El Zurdo” no se limitó al América. En México, también dirigió a Chivas, Toluca, León, Santos Laguna, Celaya, Puebla y San Luis, además de fungir como director deportivo de San Luis y presidente del Necaxa. Sin embargo, su paso por las Águilas fue el más brillante. Fuera de México, López dejó su marca en clubes como Independiente (donde ganó la Supercopa Sudamericana 1995), Junior de Barranquilla (campeón en 2004) y hasta en el fútbol colombiano, donde se convirtió en una figura querida. Incluso tuvo el privilegio de dirigir a un joven Diego Armando Maradona en Argentinos Juniors, un testimonio de su capacidad para moldear talentos.
La eternidad en el nido
Hablar de Miguel Ángel López es hablar de un hombre que no solo ganó títulos, sino que enseñó al América a volar más alto. Su bicampeonato de liga y la Copa de Campeones de Concacaf no son solo trofeos; son capítulos de una historia de pasión, estrategia y entrega. En un fútbol mexicano que a veces olvida a sus héroes, “El Zurdo” merece ser recordado como un arquitecto de sueños, un cordobés que cruzó fronteras para pintar de amarillo y azul los días de gloria americanista.
Hoy, desde Barranquilla, donde decidió pasar sus últimos años, el eco de su zurda sigue resonando.