En el crisol de culturas que es Los Ángeles, California, nació el 4 de febrero de 1973 un hombre que llevaría el boxeo a nuevas alturas: Óscar de la Hoya. Hijo de padres mexicanos, Joel, de Durango, y Cecilia, de Sonora, De la Hoya creció en Montebello, un barrio donde la herencia chicana vibra en cada esquina. Su sangre mexicana y su crianza estadounidense lo convirtieron en un puente entre dos identidades, pero también en un boxeador cuestionado por ambos lados.
Raíces mexicanas, corazón de guerrero
Óscar de la Hoya no solo heredó de sus padres el amor por México, sino también una tradición pugilística: su abuelo Vicente fue un boxeador amateur en los años 40, y su padre Joel, un profesional en los 60. El boxeo corría por sus venas, pero no fue hasta que cumplió una promesa a su madre, fallecida de cáncer en 1990, que su destino quedó sellado. “Ganaré el oro olímpico”, juró. Y lo hizo, en Barcelona 1992, en la división de peso ligero, ondeando tanto la bandera de Estados Unidos como la de México en un gesto que marcó su dualidad. Este triunfo le valió el apodo de “Golden Boy“, un nombre que resonaría en la historia del boxeo.
En 2002, De la Hoya dio un paso definitivo para honrar sus raíces: adquirió la nacionalidad mexicana en una emotiva ceremonia en el consulado de México en Los Ángeles. “Siempre he sentido que mi sangre es mexicana”, afirmó, según el Ministerio de Relaciones Exteriores de México. Con el certificado número 200.000 en mano, zanjó las dudas sobre su identidad: era mexicano, sin renunciar a su orgullo por haber nacido en Estados Unidos.
Títulos que forjaron una leyenda
El “Golden Boy” no solo brilló en el ámbito amateur; su carrera profesional es una constelación de logros. Desde su debut en 1992, cuando noqueó a Lamar Williams en un solo asalto, hasta su retiro en 2009, De la Hoya acumuló 11 títulos mundiales en seis divisiones distintas, un hito que solo Manny Pacquiao igualaría años después. Sus conquistas incluyen:
- Peso superpluma (OMB, 1994): Noqueó a Jimmy Bredahl en 10 asaltos.
- Peso ligero (OMB, 1994; FIB, 1995): Venció a Jorge “Maromero” Páez y unificó el título FIB contra Rafael Ruelas.
- Peso superligero (CMB, 1996): Derrotó al legendario Julio César Chávez en un combate icónico, deteniendo la pelea en el cuarto asalto por un corte.
- Peso wélter (CMB, 1997): Se impuso a Pernell Whitaker por decisión unánime.
- Peso superwélter (CMB, 2001; AMB, 2002): Venció a Javier Castillejo y Fernando Vargas, respectivamente.
- Peso mediano (OMB, 2004): Aunque perdió ante Bernard Hopkins, marcó su incursión en la élite de esta categoría.
Con un récord de 39 victorias (30 por nocaut) y 6 derrotas, De la Hoya enfrentó a titanes como Chávez, Félix Trinidad, Shane Mosley, Floyd Mayweather Jr. y Manny Pacquiao.
Su estilo técnico, con un jab preciso y una velocidad deslumbrante, lo convirtió en un espectáculo que generó cerca de 700 millones de dólares en ingresos por pay-per-view, un récord para un no peso pesado.
Un ícono para el boxeo mexicano
A pesar de su nacionalidad estadounidense, De la Hoya se convirtió en un símbolo del boxeo mexicano, un deporte que México venera como parte de su alma. Su victoria sobre Julio César Chávez en 1996, aunque polémica por el corte en la ceja del mexicano, marcó un cambio generacional. Chávez, el ídolo supremo, reconoció en De la Hoya a un digno sucesor. “Era mi héroe”, confesó Óscar en el podcast Un Round Más, admitiendo la carga emocional de enfrentarlo. La revancha de 1998, donde volvió a vencer a Chávez, consolidó su respeto entre los aficionados mexicanos, aunque no sin controversia.
De la Hoya no solo peleó por títulos; peleó por identidad. Cada 5 de mayo, fecha emblemática para la comunidad mexicana en Estados Unidos, se convirtió en sinónimo de sus combates. Desde su victoria sobre Yori Boy Campas en 2003 hasta su derrota ante Mayweather en 2007, transformó el “Cinco de Mayo Fight Weekend” en una tradición boxística que celebraba la garra mexicana.
Fuera del ring, su impacto fue igual de profundo. En 2002, fundó Golden Boy Promotions, la primera promotora de boxeo liderada por un hispano en Estados Unidos. Con esta empresa, elevó el perfil de peleadores mexicanos como Saúl “Canelo” Álvarez, cuya carrera despegó bajo su tutela, aunque su relación terminó en disputas legales en 2020. Golden Boy Promotions no solo organizó peleas millonarias, sino que dio voz a una nueva generación de boxeadores latinos, consolidando a De la Hoya como un visionario.
Un legado más allá del ring
Óscar de la Hoya no es solo un campeón; es un hombre que navegó la complejidad de ser mexicano y estadounidense en un mundo que exigía definiciones. Su fundación, que apoya la salud y educación de comunidades latinas en Los Ángeles, y su ingreso al Salón Internacional de la Fama del Boxeo en 2014 son testamentos de su impacto.
Para el boxeo mexicano, De la Hoya representó una evolución: un peleador que llevó el estilo técnico y la inteligencia táctica al escenario global, sin perder la agresividad que define el “estilo mexicano”. Aunque algunos en México cuestionaron su autenticidad por nacer en Estados Unidos, su compromiso con sus raíces, su nacionalidad mexicana adquirida en 2002 y su apoyo al boxeo azteca silenciaron a los escépticos. Como él mismo dijo a AARP: “Mis raíces mexicanas me hacen nunca darme por vencido, siempre seguir luchando, hasta el final”.