El 8 de junio de 2025, bajo el cielo grisáceo de París, Jannik Sinner, el número uno del mundo, grabó su nombre en los libros de historia del tenis con una hazaña tan monumental como agridulce: se convirtió en el primer tenista de la Era Abierta en ganar sus primeros 20 sets en un Grand Slam y, sin embargo, no alzar el trofeo. En una final de Roland Garros que duró 5 horas y 29 minutos, la más larga en la historia del torneo, Carlos Alcaraz, su némesis española, lo venció en un duelo que fue más que un partido: fue una batalla de voluntades, un lienzo donde se pintaron resiliencia, talento y el futuro del tenis. Desde la perspectiva de Sinner, esta no es solo la crónica de una derrota, sino el retrato de un campeón que, incluso en la caída, sigue iluminando el camino.
Un récord histórico con un final inesperado
Sinner llegó a la final de Roland Garros 2025 como una fuerza imparable. Con 23 años, el italiano había arrasado en sus primeros seis partidos sin ceder un solo set, un logro que ni siquiera leyendas como Rafael Nadal, Björn Borg o Novak Djokovic habían alcanzado en un Grand Slam sin coronarse. Sinner ganó 20 sets consecutivos, desde su victoria en primera ronda contra Alexander Bublik (6-3, 6-4, 6-2) hasta su dominio en semifinales sobre Djokovic (6-4, 7-5, 6-3). Con un promedio de 82% de puntos ganados en su primer servicio y solo 4 quiebres en contra antes de la final, su tenis era una sinfonía de precisión y potencia.
Pero el tenis, como la vida, no siempre premia la perfección estadística. Enfrente estaba Carlos Alcaraz, el número dos del mundo, defensor del título y el único jugador que ha sabido descifrar al italiano en 2025. La final prometía ser un choque de titanes, y no defraudó.
La batalla de la Philippe-Chatrier: Un relato épico
La final comenzó con Sinner dictando el ritmo. Su revés a dos manos, un arma que ha sido comparada con la de Andre Agassi por su limpieza, perforó las defensas de Alcaraz para ganar el primer set 6-4. En el segundo, un tiebreak de alta tensión (7-4) puso a Sinner a dos sets de la gloria, con 21 sets consecutivos ganados en Grand Slams, un récord que lo acercaba a la inmortalidad. La arcilla, a menudo su superficie menos favorecida, parecía rendirse ante su voluntad.
Sin embargo, Alcaraz, con esa chispa que lo hace único, comenzó a cambiar el guión. En el tercer set, quebró el saque de Sinner por primera vez y lo cerró 6-4. El cuarto set fue el punto de inflexión: Sinner lideraba 5-3 y tuvo tres puntos de campeonato en el servicio de Alcaraz (0-40). En ese momento, la mentalidad de Sinner, descrita por John McEnroe como “una computadora con alma”, parecía a prueba de balas. Pero Alcaraz, con una mezcla de dropshots, passing shots y garra, salvó los match points y forzó un tiebreak, que ganó 7-3 tras un error de Sinner en un revés cruzado que él mismo admitiría como “el golpe que no olvidas”.
El quinto set, resuelto en un super tiebreak (primero a 10 puntos), fue un reflejo de la fatiga física y mental. Sinner, con las piernas pesadas tras más de 5 horas de combate, no pudo contener a un Alcaraz desatado, que cerró el partido 10-2 con un forehand ganador que hizo estallar la Philippe-Chatrier. El marcador final: 4-6, 6-7(4), 6-4, 7-6(3), 7-6(2).
La voz de Sinner: Humildad en la derrota
En la ceremonia de premiación, Sinner, con los ojos aún encendidos por la batalla, habló con la calma de quien sabe que su momento llegará. “Carlos es increíble, me empuja a ser mejor cada vez”, dijo, mientras la multitud lo ovacionaba. “Hicimos historia juntos, aunque no del lado que quería”. Su capacidad para encontrar perspectiva en la derrota es lo que lo distingue como número uno, no solo en el ranking, sino en carácter.
En la conferencia de prensa, Sinner fue introspectivo: “Estuve a un punto, pero ese revés… normalmente entra. Es un recordatorio de que en el tenis, un milímetro cambia todo”. Se refería al error en el 0-40 del cuarto set, un disparo que pudo haberlo coronado. Sin embargo, lejos de hundirse, enfocó el futuro: “Perder duele, pero Roland Garros me enseñó mucho. Volveré más fuerte, siempre lo hago”.
El peso del número uno
Ser el número uno del mundo no es solo un título; es una carga. Sinner, con 2,030 puntos de ventaja sobre Alcaraz en el ranking ATP, ha manejado esa presión con una madurez que desmiente su edad. En 2025, tras superar una suspensión de tres meses por un positivo de Clostebol que generó titulares, regresó con una furia silenciosa: 47 victorias y solo 2 derrotas, ambas ante Alcaraz (Roma y París). Su récord en Grand Slams es de 20-1 desde el US Open 2024, con títulos en Nueva York y Melbourne.
Sin embargo, Alcaraz es su kryptonita. De 11 enfrentamientos, el español lidera 7-4, incluyendo las últimas cuatro victorias. En Roland Garros, los números muestran el desafío: Sinner ganó el 81% de sus puntos al neto en el primer set, pero solo el 59% en el quinto, evidencia de cómo Alcaraz lo sacó de su zona de confort con cambios de ritmo y defensas imposibles.
Una rivalidad que define una era
Sinner y Alcaraz, con seis de los últimos siete Grand Slams entre ambos, son el presente y futuro del tenis. Como dijo Rafael Nadal tras el partido: “Estos chicos están jugando a un nivel que no vimos en años. Es como si Federer, Djokovic y yo hubiéramos nacido al mismo tiempo”. La rivalidad, que ya acumula 11 capítulos, promete ser el eje de la próxima década. Para Sinner, el desafío es claro: descifrar el rompecabezas de Alcaraz, especialmente en arcilla, donde el español parece tocar lo divino.
Hacia Wimbledon: Un legado en marcha
Sinner no se detiene. Con 52 semanas consecutivas como número uno, igualando a Agassi, y a un título de completar el Grand Slam de carrera, Wimbledon será su próxima parada. Su derrota en París, lejos de ser un tropiezo, es un escalón. Como dijo en su última declaración: “No gané hoy, pero gané experiencia. La arcilla me enseñó a ser paciente. El césped me espera”.
Jannik Sinner no levantó la Coupe des Mousquetaires, pero dejó una huella imborrable. Ser el primero en ganar 20 sets consecutivos en un Grand Slam y no coronarse es, en sí mismo, un testimonio de su grandeza. Como el único italiano en llegar a la final de Roland Garros desde 1976, Sinner no solo compite; inspira. Y en ese revés que no entró, en esa derrota que dolió, hay una promesa: el número uno volverá, y el tenis lo estará esperando.