En el corazón de Asia Central, donde el fútbol es más que un deporte, sino un grito de identidad, Uzbekistán ha escrito una página dorada en su historia. Por primera vez desde su independencia en 1991, los Lobos Blancos han asegurado su boleto al Mundial de la FIFA 2026, convirtiéndose en la 81.ª nación en pisar el escenario más grande del fútbol. Este hito, sellado tras un empate 3-3 contra Emiratos Árabes Unidos en Abu Dhabi, es el clímax de una travesía épica marcada por decepciones, resiliencia y un talento joven que ha roto todas las barreras.
Un sueño forjado en la adversidad
Uzbekistán, una nación de 36 millones de almas, ha soñado con el Mundial desde que se desprendió del yugo soviético. Pero el camino no ha sido fácil. En 2005, los Lobos Blancos estuvieron a un suspiro de la gloria, pero un error arbitral en un playoff contra Bahréin les negó el pase a Alemania 2006. La repetición del partido, impuesta por la FIFA, y la posterior eliminación por goles de visitante dejaron una cicatriz imborrable. En 2014, 2018 y 2022, Uzbekistán volvió a quedarse en la orilla, perdiendo en partidos decisivos o playoffs continentales.
Bajo la guía del experimentado técnico esloveno Srečko Katanec, nombrado en 2021, Uzbekistán transformó la frustración en combustible. Katanec, conocido por su pragmatismo táctico, apostó por una generación dorada que ya había hecho ruido en categorías juveniles: campeones asiáticos sub-20 en 2018, semifinalistas en 2020 y subcampeones en 2022. Su mayor hazaña llegó en el Mundial Sub-17 de 2023, cuando eliminaron a Inglaterra con un golazo de Lazizbek Mirzaev, un triunfo que resonó como un presagio.
El camino a la gloria: La tercera ronda de la AFC
La clasificación al Mundial 2026, que se disputará en Estados Unidos, México y Canadá, fue una montaña rusa emocional. En la tercera ronda de las eliminatorias de la AFC, Uzbekistán se enfrentó a rivales de peso en el Grupo A: Irán, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Kirguistán y Corea del Norte. Con solo los dos primeros lugares asegurando un boleto directo, los Lobos Blancos necesitaban consistencia y nervio de acero.
El punto de inflexión llegó en noviembre de 2024, con una victoria 1-0 sobre Corea del Norte en Vientiane, Laos, gracias a un golazo de Abbosbek Fayzullaev, el joven extremo de 20 años del CSKA Moscú. La expulsión de Umid Eshmurodov en el minuto 83 y el penal detenido por el arquero Utkir Yusupov encendieron la esperanza en Tashkent. Un empate 0-0 contra Irán en octubre de 2024, que elevó sus probabilidades de clasificación al 82.8% según We Global Football, mostró que Uzbekistán estaba listo para competir con los gigantes.
El momento decisivo llegó el 5 de junio de 2025, en el estadio Al Nahyan de Abu Dhabi. Uzbekistán, con 17 puntos, necesitaba solo un punto contra Emiratos Árabes Unidos (13 puntos) para asegurar su plaza. En un partido vibrante, los Lobos Blancos remontaron dos veces, con goles de Fayzullaev y Khojimat Erkinov, para empatar 3-3. El pitido final desató la euforia: Uzbekistán, por primera vez, estará en un Mundial. Irán, líder del grupo, ya había clasificado en marzo, pero los Lobos Blancos se unieron como la segunda potencia del Grupo A.
Los héroes de Tashkent: Una generación dorada
Este logro no es solo de un equipo, sino de una nación que ha invertido en su fútbol. Clubes como Nasaf Quarshi y Navbahor, que aportaron nueve jugadores al plantel, han brillado en la Liga de Campeones Asiática, mientras que talentos como Abdukodir Khusanov (Lens, Francia) y Fayzullaev han llevado el nombre de Uzbekistán a Europa. Sin Eldor Shomurodov, el máximo goleador histórico con 41 tantos, lesionado durante gran parte de la eliminatoria, fue la juventud la que dio el paso al frente. “Esta generación no tiene miedo. Jugamos con el corazón”, dijo Fayzullaev tras el empate en Abu Dhabi.
El impacto trasciende el césped. En Tashkent, el estadio Pakhtakor, reconstruido en 2012 para 35,000 espectadores, y el moderno Milliy Stadium, serán testigos de una nación que celebrará su primera aventura mundialista.
El Mundial 2026: Un escenario para brillar
El Mundial de 2026, con 48 equipos y 104 partidos, será el más grande de la historia, y Uzbekistán llega como el equipo revelación de Asia. Con ocho plazas directas para la AFC, los Lobos Blancos se unen a Japón, Irán, Australia, Corea del Sur y Jordania como clasificados confirmados hasta ahora. La posibilidad de enfrentarse a potencias como Argentina, Brasil o Francia en estadios como el Estadio Azteca o el MetLife Stadium es un sueño que parecía imposible hace apenas una década.
Sin embargo, el desafío apenas comienza. Uzbekistán, como la 81.ª nación en participar en un Mundial, enfrentará un grupo competitivo en un torneo que estrena un formato de 12 grupos de cuatro equipos, con los dos primeros y los ocho mejores terceros avanzando a dieciseisavos. La experiencia de Katanec, que llevó a Eslovenia al Mundial 2002, será clave para navegar un torneo donde los Lobos Blancos buscarán emular a sorpresas históricas como Corea del Sur en 2002 o Marruecos en 2022.
Un rugido que resuena en Asia Central
La clasificación de Uzbekistán es más que un logro deportivo; es la culminación de un viaje de fe, sacrificio y talento. Desde los días de la Unión Soviética, cuando el fútbol uzbeko se forjó en torneos como la Espartaqueada de 1928 (donde vencieron 8-4 a Suiza), hasta las decepciones en los playoffs de la AFC, los Lobos Blancos han demostrado que el fútbol en Asia Central tiene voz propia. En 2026, cuando los Lobos Blancos pisen el césped en Norteamérica, llevarán consigo el orgullo de 36 millones de uzbekos y el peso de una historia de lucha. Uzbekistán no solo es la 81.ª nación en el Mundial; es una prueba de que los sueños, incluso los que parecen imposibles, pueden hacerse realidad.