En un mundo obsesionado con los reflectores, Alex Caruso ha escrito su historia con la humildad de un guerrero que no necesita gritar para ser escuchado. A los 31 años, este base de los Oklahoma City Thunder no solo es un campeón de la NBA, sino un símbolo de esfuerzo, sacrificio y corazón. Desde sus días en Texas A&M hasta su impacto actual en OKC, Caruso ha demostrado que el verdadero brillo no siempre viene con flashes.
Los orígenes: Un tejano con alma de luchador
Alex Michael Caruso nació el 28 de febrero de 1994 en College Station, Texas, una ciudad donde el baloncesto era parte del aire que respiraba. Su padre, Mike Caruso, jugó en Creighton y fue asistente en Texas A&M, donde Alex creció viendo entrenamientos y soñando con la cancha. En una entrevista reciente, Caruso confesó: “Mi papá me enseñó que el trabajo duro supera al talento si el talento no trabaja”. Esa mentalidad lo marcó desde pequeño.
En Texas A&M, Caruso dejó una huella imborrable entre 2012 y 2016. No era el más rápido ni el más anotador, pero su inteligencia y tenacidad lo convirtieron en leyenda. Terminó su carrera universitaria con récords históricos de los Aggies: 703 asistencias (récord de la escuela), 276 robos (otro récord) y 1,090 puntos. Fue nombrado segundo equipo All-SEC en 2016 y lideró al equipo a un Sweet 16 de la NCAA ese mismo año, un hito para el programa. Su capacidad para leer el juego y su furia callada ya eran evidentes.
El camino difícil: De la G League a la NBA
Caruso no fue seleccionado en el Draft de la NBA de 2016. Treinta equipos lo ignoraron, pero él no se rindió. Firmó con el OKC Blue de la G League, donde vivía en hoteles baratos y viajaba en autobuses destartalados. Mientras otros buscaban highlights, Caruso jugaba con el corazón. En 2017, los Lakers le dieron una oportunidad con un contrato de dos vías, el primero de su tipo que llevaba a un jugador directamente de la G League a la NBA. Su debut no tuvo ni su nombre en la camiseta, pero sí hambre: entrenaba más que nadie y defendía como si su vida dependiera de ello.
En el Summer League de 2017, Caruso brilló con 14.3 puntos y 4.3 asistencias por partido, liderando a los Lakers al título de Las Vegas. Los fans comenzaron a notarlo, apodándolo “Bald Mamba” por su cabello escaso y su estilo aguerrido, un guiño al legendario Kobe Bryant. Lo que empezó como un meme se transformó en respeto: Caruso no brillaba, apagaba a los que lo intentaban.
Lakers: Un anillo y el corazón de los fans
En 2020, Caruso tocó la gloria. En la burbuja de Orlando, fue una pieza clave para los Lakers de LeBron James y Anthony Davis. Aunque salía desde el banquillo, su impacto era innegable: un net rating de +15.2 en los playoffs, el más alto del equipo, y cierres de partidos junto a LeBron, quien lo pidió como compañero en los momentos decisivos. Caruso aportó robos, defensa y sacrificio, ayudando a los Lakers a ganar el anillo contra el Miami Heat en seis juegos. Fue su primer título, y lo celebró con el trofeo en mano, vestido con una camiseta de “Campeones 2020” que aún guarda como tesoro.
En sus cuatro temporadas con los Lakers (2017-2021), Caruso jugó 184 partidos, promediando 5.9 puntos, 2.9 rebotes y 2.9 asistencias, con un 41.2% en triples. Pero sus números no cuentan la historia completa: su energía y defensa lo convirtieron en un favorito de la afición.
Chicago Bulls: El terror defensivo
En 2021, los Lakers no igualaron la oferta de los Chicago Bulls, y Caruso firmó un contrato de cuatro años por $37 millones. En Chicago, se consolidó como uno de los mejores defensores perimetrales de la liga. En la temporada 2021-22, lideró a los Bulls en cargas recibidas (26) y desvíos por partido (3.4), y su intensidad lo llevó a ser nombrado al Segundo Equipo All-Defensivo de la NBA en 2023. Con los Bulls, jugó 137 partidos, promediando 7.4 puntos y 3.4 asistencias, pero su impacto iba más allá: apagaba a las estrellas rivales y ponía el ejemplo con su entrega.
Oklahoma City Thunder: El pegamento veterano
En 2024, Caruso fue traspasado a los Thunder a cambio de Josh Giddey, un movimiento que muchos consideraron un acierto para OKC. Firmó una extensión de contrato por cuatro años y $81 millones el 22 de diciembre de 2024, reunéndose con el entrenador Mark Daigneault, quien lo dirigió en el OKC Blue. En OKC, Caruso se ha convertido en el pegamento de un equipo joven y hambriento, con figuras como Shai Gilgeous-Alexander y Chet Holmgren. Su rol: líder silencioso, mentor y defensor implacable.
En la temporada 2024-25, Caruso ha jugado 37 partidos hasta el 21 de mayo de 2025, promediando 5.7 puntos, 2.7 rebotes y 2.8 asistencias, con un impresionante 47.2% en triples, el mejor de su carrera. Su impacto defensivo sigue siendo élite: está en el top 10 de la NBA con 1.6 robos por partido, y la defensa de los Thunder mejora a 104.3 puntos por 100 posesiones con él en cancha, frente a 108.9 sin él. Caruso no solo juega, enseña: organiza sesiones de video para los más jóvenes, como Chet Holmgren, y su camiseta número 9 está entre las 15 más vendidas del equipo esta temporada.
El 18 de mayo de 2025, Caruso brilló contra los Denver Nuggets, robando balones clave y haciendo cortes perfectos que no aparecen en las estadísticas, pero sí en la memoria de los fans. “Yo solo quiero ganar”, y lo hace con una misión: ser el tipo que todos subestiman… hasta que es demasiado tarde.
Una historia en construcción
Con 488 partidos en la NBA hasta mayo de 2025, Caruso promedia 7.1 puntos, 2.9 rebotes y 2.5 asistencias en su carrera, con un 44.6% en tiros de campo. Pero su legado va más allá de los números: un anillo de campeón, dos selecciones All-Defensivas (2023 y 2024), y un impacto que trasciende las estadísticas. Desde sus días en Texas A&M hasta su rol actual en OKC, Caruso ha demostrado que el baloncesto no siempre necesita ruido para ser arte.