En Nueva York, donde las luces del Madison Square Garden brillan tan fuerte como las expectativas, un hombre de 1.88 metros ha hecho que una ciudad entera crea de nuevo. Jalen Brunson, el base de los Knicks, no tiene el salto de Ja Morant ni el tiro de Steph Curry, pero hoy, es el corazón indiscutible de un equipo que lidera 3-1 a los Boston Celtics en las Semifinales de la Conferencia Este de los Playoffs NBA. Con un promedio de 30.1 puntos y 7.6 asistencias en la postemporada, Brunson no solo está escribiendo su nombre en la historia de los Knicks, sino que está redefiniendo lo que significa ser un héroe en la Gran Manzana.
Una batalla épica en los Playoffs 2025
Los Knicks, liderados por Brunson, han dado un golpe sobre la mesa en los Playoffs 2025. Enfrentándose a los Celtics, campeones defensores y un equipo plagado de talento, Nueva York ha tomado una ventaja de 3-1 en la serie. El Juego 4, disputado el en el Madison Square Garden, fue un testimonio del fuego que Brunson lleva dentro: 39 puntos, 12 asistencias y una intensidad que electrificó a los aficionados presentes. Los Knicks ganaron 121-113.
“ Es como siempre. Desde la preparatoria, la universidad, los campeonatos, todo lo que he ganado, no tengo nada en casa porque anhelo cómo puedo ser mejor”, dijo Brunson en la conferencia de prensa post-partido, con una calma que contrasta con la furia que desata en la cancha. Ahora, con el Juego 5 programado para el 14 de mayo en el TD Garden, los Knicks están a una victoria de alcanzar las Finales de Conferencia por primera vez desde el 2000. Pero para entender cómo Brunson llegó aquí, hay que retroceder en el tiempo y recorrer el camino de un hombre que nunca tuvo nada garantizado.
El origen: Un niño que creció entre leyendas
Jalen Brunson nació el 31 de agosto de 1996 en New Brunswick, New Jersey, pero su verdadera cuna fue el baloncesto. Su padre, Rick Brunson, jugó nueve temporadas en la NBA, y desde pequeño, Jalen lo acompañaba a los vestuarios, donde veía a leyendas como Allen Iverson, Kobe Bryant y Tim Duncan. “No entendía todo, pero sabía que estaba en un lugar sagrado”, recuerda Brunson. Esas experiencias forjaron su carácter, pero también le enseñaron una lección dura: a los 10 años, vio a su padre ser cortado por los Philadelphia 76ers. “Lloré más que él”, admite Jalen. Ese día entendió que en la NBA, nada está garantizado.
Rick no solo fue su padre, sino su primer entrenador. Sus sesiones de entrenamiento eran brutales, al punto de que terminaban en lágrimas. “No te entreno como mi hijo. Te entreno como un profesional”, le decía Rick. Esa mentalidad de hierro se convirtió en el cimiento de la carrera de Jalen.
Villanova: Donde nació un líder silencioso
En la secundaria, Brunson ya destacaba, pero mientras las estrellas se iban a Duke o Kentucky, él eligió Villanova. No buscaba brillar; buscaba mejorar. Y lo hizo: ganó dos campeonatos de la NCAA (2016 y 2018) y fue nombrado Jugador del Año en 2018, un reconocimiento a su inteligencia táctica y liderazgo sereno. Su entrenador, Jay Wright, lo describió perfectamente: “Brunson no necesita gritar para liderar. Lidera con cada cosa que hace”. En Villanova, Jalen perfeccionó un estilo que hoy define su juego: cerebral, letal e inquebrantable.
El Draft y la sombra de Luka
En 2018, los Dallas Mavericks lo seleccionaron en el pick 33 del Draft, un lugar que muchos consideraron un robo, ya que Brunson era visto como talento de primera ronda. Sin embargo, en Dallas, Jalen vivió a la sombra de Luka Dončić, la superestrella que acaparaba los reflectores. A pesar de eso, Brunson aprovechó cada oportunidad. En 2021, con Dončić lesionado, promedió 21.6 puntos en una serie de playoffs contra los Clippers, mostrando que podía ser mucho más que un suplente. “Aprendí de Luka, de Dirk, de todos. Pero sabía que mi momento llegaría”, dijo en una entrevista.
Nueva York: Donde los sueños se hacen realidad
En el verano de 2022, los Knicks firmaron a Brunson por un contrato de 4 años y $104 millones, una apuesta que algunos cuestionaron. “Demasiado bajo, demasiado lento, demasiado normal”, decían los críticos. Pero Brunson respondió con hechos. En su primera temporada con los Knicks (2022-2023), llevó al equipo a los playoffs, algo que Nueva York no lograba de manera consistente en años. En 2024, firmó una extensión de 4 años por $156.5 millones, renunciando a $113 millones potenciales para darle flexibilidad financiera al equipo, un gesto que lo convirtió en capitán y héroe instantáneo.
Hoy, en los Playoffs 2025, Brunson está rompiendo récords. Es el primer jugador de los Knicks en promediar más de 29 puntos y 7 asistencias en una postemporada desde Bernard King en 1984, datos de la NBA. Pero más allá de los números, su impacto es emocional. Tyler Kolek, novato de los Knicks, lo resumió en una entrevista con The Athletic: “No juego un solo minuto en playoffs, pero su liderazgo me ha hecho mejor”.
Un vínculo que trasciende: Padre e hijo en el Garden
Uno de los aspectos más emotivos de la historia de Brunson es su relación con su padre. Rick Brunson, ahora asistente técnico de los Knicks bajo Tom Thibodeau, le pasa la pizarra a Jalen en los tiempos muertos. Es un ciclo que se completa: del llanto en las sesiones de entrenamiento a compartir el banquillo en una carrera por el título. “Es un sueño hecho realidad”, dijo Jalen. Ese vínculo no solo los une a ellos, sino que inspira a toda una ciudad.
En una ciudad que exige héroes, Brunson se ha convertido en uno. No por hablar, sino por hacer. Su estilo de juego, basado en el trabajo, la mente y un fuego interno, ha revitalizado a los Knicks. Los aficionados lo adoran: en las calles de Manhattan, su camiseta #11 es omnipresente. “Jalen nos ha dado esperanza”, dijo un fan en un video viral en X tras el Juego 4. Y no es solo en la cancha: a través de su fundación Second Round, Brunson impulsa la Jalen Brunson Patriot Wellness Initiative, apoyando causas sociales que impactan a la comunidad.
Un legado que apenas comienza
A sus 28 años, Jalen Brunson no solo está liderando a los Knicks hacia la gloria; está redefiniendo lo que significa ser un líder en la NBA. Sin un físico imponente ni el hype de las superestrellas, ha demostrado que el éxito se construye con trabajo, familia y un corazón que no se rinde. En Nueva York, el #11 ya es más que un número; es un símbolo de esperanza.