Hace 19 años, el 29 de abril de 2006, Stamford Bridge vibraba con el éxtasis de un título. Chelsea, bajo el mando de José Mourinho, aplastó 3-0 al Manchester United y aseguró la Premier League 2005-06. Pero mientras los cánticos resonaban y el champagne salpicaba, Hernán Crespo, el delantero argentino, se refugió en la soledad del vestuario. Allí, aún con los botines puestos, contemplaba su medalla de campeón, perdido en sus pensamientos. Aquella imagen, capturada para la eternidad, no es solo una fotografía; es un poema visual de sacrificio, redención y resiliencia. Un año antes, en la final de la Champions League de 2005, Crespo tocó el cielo y cayó al abismo en Estambul, confesando después que pensó en dejar el fútbol.
El dolor de Estambul
El 25 de mayo de 2005, Hernán Crespo vivió el partido de su vida… y también el más amargo. En la final de la Champions League en el Estadio Atatürk de Estambul, el argentino, cedido por Chelsea al AC Milan, anotó un doblete que puso al Milan 3-0 arriba al descanso ante Liverpool. Su segundo gol, un delicado globo sobre Jerzy Dudek tras un pase magistral de Kaká, fue catalogado por The Guardian como uno de los mejores en finales de Champions. “Fue un momento de pura magia”, escribió Mirror Football. Pero en seis minutos infernales, Liverpool remontó con goles de Steven Gerrard, Vladimir Smicer y Xabi Alonso, empatando 3-3 y ganando en penales. Crespo, devastado, admitió años después: “Algunos compañeros lloraban. Yo estaba en shock”.
El golpe fue brutal. “Quería dejar el fútbol,” confesó en 2020: “No podía entender cómo perdimos”.
La llegada a Chelsea
Hernán Jorge Crespo, nacido el 5 de julio de 1975 en Florida, Argentina, ya era una estrella cuando llegó a Chelsea en agosto de 2003 por €24.25 millones, uno de los primeros grandes fichajes de la era Roman Abramovich. Apodado “Valdanito” por su parecido con Jorge Valdano, Crespo había roto récords: fue el traspaso más caro del mundo en 2000 (€56 millones de Parma a Lazio) y máximo goleador de la Serie A 2000-01 con 26 goles. Su currículum incluía una Copa Libertadores con River Plate (1996), tres Scudettos con Inter y una medalla de plata olímpica en 1996.
Sin embargo, su primera temporada en Chelsea (2003-04) bajo Claudio Ranieri fue irregular. Marcó 12 goles en todas las competiciones, pero las lesiones y la adaptación al fútbol inglés lo limitaron. Con la llegada de José Mourinho en 2004, Crespo fue considerado prescindible tras el fichaje de Didier Drogba y cedido al AC Milan, donde brilló con 16 goles, incluido su doblete en Estambul. Tras el fracaso de Chelsea en fichar a otro delantero en 2005, Mourinho lo llamó de vuelta, asegurándole un lugar en el equipo. Crespo debutó en su regreso con un gol en la Community Shield ante Arsenal (2-1) y marcó el tanto decisivo en el debut liguero contra Wigan (1-0).
La Premier League 2005-06
La temporada 2005-06 fue la consolidación de Chelsea como potencia. Mourinho, en su segundo año, armó una máquina implacable que defendía con fiereza y atacaba con precisión. Con jugadores como Frank Lampard, John Terry, Claude Makélélé y Drogba, el equipo lideró la Premier desde la jornada 1, terminando con 91 puntos, ocho más que el Manchester United. Crespo, aunque no era titular indiscutible, fue clave: jugó 30 partidos de liga, marcó 10 goles y dio asistencias vitales. Sus goles contra Liverpool, Fulham y West Ham, celebrados con su característica pasión, ganaron el cariño de los aficionados.
El 29 de abril de 2006, Chelsea selló el título con un 3-0 ante el United. William Gallas, Joe Cole y Ricardo Carvalho anotaron, pero la imagen que quedó grabada fue la de Crespo en el vestuario. Sentado, con los botines aún puestos, miraba su medalla como si dialogara con ella. “Estaba apreciando lo que tenía,” explicó en 2020 a Goal. “Me aislé del caos, felicitándome por el trabajo detrás del logro. Pensaba en el impacto para todos: los utileros, los masajistas, los hinchas. Esa felicidad es para pocos.”
El título de 2005-06 no fue solo una medalla para Crespo; fue su primer campeonato de liga en Europa, un hito para un delantero que había brillado en Italia pero nunca había levantado un trofeo liguero allí. Tras el trauma de Estambul, donde Milan desperdició una ventaja de 3-0, la Premier League representó una revancha personal: “Lloré después del partido que ganamos la liga,” admitió a Daily Mail en 2017.

A nivel colectivo, el título consolidó la era Abramovich. Chelsea, que no ganaba la liga desde 1955, encadenó dos Premier consecutivas (2004-05 y 2005-06), algo que los hinchas, no acostumbrados a tanto éxito, celebraron con devoción. Crespo, con su elegancia en el área y su inteligencia táctica, se ganó un lugar en el corazón de Stamford Bridge, aunque su estancia fue breve. En agosto de 2006, cedido a Inter, dejó el Chelsea con 25 goles en 73 partidos y un legado imborrable.
La imagen de Crespo mirando su medalla no es solo un momento de 2006; es un recordatorio de que el fútbol es más que goles y trofeos. Es sacrificio, dudas, caídas y redenciones. Crespo, que casi abandona tras Estambul, encontró en esa medalla un bálsamo para sus heridas y su legado en el Chelsea es el de un guerrero que, incluso en la soledad, supo encontrar sentido a su lucha.