viernes, abril 18, 2025
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Colin Kaepernick: La rodilla que desafió a una nación

En el verano de 2016, un quarterback de los San Francisco 49ers decidió sentarse durante el himno nacional de Estados Unidos. Su nombre era Colin Kaepernick, y su gesto, que luego se transformó en arrodillarse, no sólo encendió una revolución en el deporte, sino que cambió su vida y marcó un antes y un después en la lucha por la justicia racial. 

El origen de una protesta silenciosa

Colin Kaepernick, nacido el 3 de noviembre de 1987 en Milwaukee, Wisconsin, creció en un entorno complejo. Hijo de una madre blanca y un padre afroamericano, fue adoptado por una pareja blanca en California. Su talento lo llevó a la NFL, donde brilló como quarterback de los 49ers, llevándolos al Súper Bowl XLVII en 2012 y a la final de la NFC en 2013. Pero en 2016, ya no era el titular indiscutible. Con una carrera en declive y un país fracturado por casos de brutalidad policial, Kaepernick decidió actuar.

El 14 de agosto de 2016, durante un partido de pretemporada contra los Houston Texans, Kaepernick se sentó en la banca mientras sonaba The Star-Spangled Banner. Nadie lo notó. Lo repitió el 20 de agosto contra Denver, aún sin atención. Pero el 26 de agosto, frente a Green Bay, una foto tomada por la reportera Jennifer Lee Chan se viralizó. Kaepernick, en uniforme, sentado, desafiaba una tradición sagrada en Estados Unidos. Su explicación fue clara y contundente:

 “No voy a levantarme para mostrar orgullo por una bandera de un país que oprime a las personas negras y de color. Para mí, esto es más grande que el fútbol, y sería egoísta mirar hacia otro lado. Hay cuerpos en la calle y personas recibiendo licencias pagadas y saliéndose con la suya tras cometer asesinatos”.

Kaepernick protestaba por la brutalidad policial y la desigualdad racial, inspirado por casos como los asesinatos de Alton Sterling y Philando Castile, dos hombres negros desarmados muertos a manos de la policía en julio de 2016. Su acción no buscaba fama ni aprobación. “No voy a consultar esto con nadie”, dijo. “Tengo que defender a los oprimidos”.

Un gesto de respeto y rebeldía

Tras la controversia inicial, Kaepernick recibió críticas por supuestamente faltar al respeto a la bandera y al ejército. Para clarificar su mensaje, se reunió con Nate Boyer, un ex Boina Verde y exjugador de la NFL, antes del último juego de pretemporada. Boyer sugirió arrodillarse en lugar de sentarse, un gesto que los soldados usan para honrar a los caídos y que podía mostrar respeto sin diluir la protesta: “Llegamos a un punto medio”, explicó Boyer. “Arrodillarse es como rendir homenaje en una tumba”.

El 1 de septiembre de 2016, en San Diego, Kaepernick se arrodilló por primera vez, acompañado por su compañero Eric Reid. El gesto se volvió icónico. Otros jugadores, como Antoine Bethea, Eli Harold y Rashard Robinson, se unieron, y pronto la protesta se extendió por la NFL. Seth DeValve, de los Cleveland Browns, fue el primer jugador blanco en arrodillarse, citando su deseo de criar a sus hijos en un mundo más justo. 

Fuera del fútbol, atletas como Megan Rapinoe y equipos de secundaria imitaron el gesto, convirtiendo la rodilla de Kaepernick en un símbolo global de resistencia.

Las consecuencias: Sacrificio y exilio

La protesta de Kaepernick no pasó desapercibida. Recibió apoyo de figuras como Barack Obama, quien defendió su derecho constitucional a protestar, y Jim Harbaugh, su exentrenador, quien lo elogió en la lista de las 100 personas más influyentes de Time. Pero también enfrentó un aluvión de odio. Un ejecutivo anónimo de la NFL lo llamó “traidor”, y Kaepernick reportó amenazas de muerte en redes sociales. Los aficionados quemaron sus jerseys, y un video en Facebook lo acusó de ser un “opresor” con un salario de 126 millones de dólares.

En 2017, la controversia escaló cuando el entonces presidente Donald Trump exigió que los dueños de la NFL despidieran a los jugadores que se arrodillaran, llamándolos “hijos de p***” en un mitin en Alabama. El 24 de septiembre de 2017, más de 200 jugadores respondieron arrodillándose o entrelazando brazos, en un acto de desafío colectivo. Sin embargo, la NFL, presionada por su relación con el ejército y su imagen patriótica, reaccionó con ambigüedad. En mayo de 2018, aprobó una política que obligaba a los jugadores en el campo a pararse durante el himno o quedarse en el vestidor, con multas para los equipos que no cumplieran. La política fue suspendida tras protestas del sindicato de jugadores.

El costo personal para Kaepernick fue devastador. Tras optar por salirse de su contrato con los 49ers en 2017, ningún equipo lo firmó, a pesar de tener mejores credenciales que muchos quarterbacks mediocres contratados ese año. En octubre de 2017, Kaepernick presentó una queja por colusión contra los dueños de la NFL, alegando que lo habían excluido deliberadamente por su activismo. El caso se resolvió en febrero de 2019 con un acuerdo confidencial. Desde su último partido el 1 de enero de 2017, Kaepernick no ha vuelto a jugar en la NFL, a pesar de mantenerse en forma y asistir a una prueba organizada por la liga en 2019.

Un estudio de 2023 de la Leeds School of Business reveló que los primeros 50 jugadores que se arrodillaron enfrentaron consecuencias económicas: contratos menos lucrativos, cambios a equipos más “simpatizantes” o el fin de sus carreras. Los que protestaron en entornos menos favorables ganaron menos dinero en los siguientes cinco años. Kaepernick, a los 29 años, fue el rostro de este sacrificio.

Un movimiento que trasciende el deporte

La protesta de Kaepernick no se limitó a la NFL. Inspiró a atletas de todos los niveles, desde equipos de secundaria como Garfield High en Seattle hasta estrellas como LeBron James y Megan Rapinoe, quien agradeció a Kaepernick al recibir la Medalla Presidencial de la Libertad en 2022. Su gesto se convirtió en un símbolo de la lucha por la justicia racial, especialmente tras el asesinato de George Floyd en 2020, cuando jugadores de la NFL y otros deportes volvieron a arrodillarse en solidaridad.

En junio de 2020, el comisionado de la NFL, Roger Goodell, admitió que la liga había errado al no escuchar a Kaepernick desde el principio, diciendo: “Creemos que Black Lives Matter”. Pero para muchos,la disculpa llegó tarde y sonó vacía, especialmente porque Kaepernick seguía sin equipo. Su impacto, sin embargo, es innegable. 

Kaepernick donó 1 millón de dólares de su salario de 2016 a organizaciones comunitarias, fundó la organización Know Your Rights Camp para empoderar a jóvenes negros y se asoció con Nike en una campaña de 2018 que proclamaba: “Cree en algo, incluso si significa sacrificarlo todo”. Su activismo le valió reconocimientos como el Premio al Coraje de Sports Illustrated, el Premio Embajador de Conciencia de Amnistía Internacional en 2018 y un lugar en la lista de Time de las 100 personas más influyentes. En 2021, Netflix lanzó Colin in Black & White, una serie producida con Ava DuVernay que explora su adolescencia y su despertar social.

Un eco que no se apaga

Kaepernick no es un santo ni un villano; es un hombre que tomó una decisión. Sus críticos, como el exjugador Jim Brown, argumentaron que arrodillarse era deshonrar la bandera. Otros, como el entrenador Trent Dilfer, lo acusaron de romper la dinámica del equipo al no quedarse “en las sombras” como suplente. Pero sus defensores, como el periodista Dave Zirin, ven en él a un pionero que dio a los atletas una “llave” para iniciar conversaciones sobre la desigualdad. Lo cierto es que Kaepernick pagó un precio que pocos están dispuestos a asumir. 

“Si me quitan el fútbol, sé que defendí lo correcto”

Hoy, a los 37 años, Kaepernick sigue siendo un símbolo. Su rodilla desafió a una nación a mirarse al espejo, exponiendo las grietas de un país que canta libertad pero no siempre la practica. No ganó un Super Bowl, pero ganó algo más grande: una voz que resuena en cada atleta que se atreve a hablar, en cada joven que aprende sus derechos, en cada protesta que recuerda que el cambio comienza con un gesto.

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