En el vibrante escenario del baloncesto europeo de finales de los años 80 y principios de los 90, surgieron dos figuras que no solo compartían talento y pasión por el deporte, sino también una profunda amistad: Vlade Divac y Dražen Petrović.
Ambos fueron pilares fundamentales de la selección yugoslava, conquistando juntos la plata en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, oro en el EuroBasket 1989 y campeones del Mundo en el Mundial FIBA de 1990. Sin embargo, un incidente aparentemente trivial desencadenó una serie de eventos que pondrían fin a su relación y simbolizarían las divisiones que desgarrarían a su nación .
Unidos por el baloncesto
Vlade Divac, originario de Serbia, interno alto, ágil, carismático y Dražen Petrović, de Croacia, escolta brillante, obsesivo, reservado. Tímido fuera pero letal dentro. Se conocieron en la selección nacional de Yugoslavia. Su química en la cancha era innegable, llevando al equipo a la cima del baloncesto mundial. Fuera de la cancha, su amistad florecía; compartían sueños, victorias y desafíos, consolidando un vínculo que parecía inquebrantable.
La bandera que dividió
El 20 de agosto de 1990, Yugoslavia se coronó campeona del Mundial de Baloncesto celebrado en Argentina. Durante las celebraciones en el Luna Park de Buenos Aires, un aficionado argentino de ascendencia croata, Tomás Sakic, irrumpió en la cancha ondeando una bandera croata. Divac, interpretando el gesto como una amenaza a la unidad yugoslava en un momento de crecientes tensiones étnicas, le arrebató la bandera. Este acto, aunque impulsado por el deseo de mantener la cohesión del equipo, fue malinterpretado en Croacia y por Petrović, quien lo demostró una afrenta a su identidad nacional.
Tras el incidente, la relación entre Divac y Petrović se enfrió. Croacia declaró su independencia en 1991. Más de 150.000 muertos, dos millones de refugiados y vecinos matando vecinos, llegando así la Guerra de los Balcanes. Entre el 16 y el 22 de septiembre de 1991, la ciudad natal de Petrović fue escenario de la Batalla de Šibenik. Petrović, profundamente identificado con la causa croata, y Divac, leal a la idea de una Yugoslavia unida, encontraron sus caminos divergentes. Intentos de reconciliación se vieron frustrados por el orgullo y las circunstancias. Trágicamente, en 1993, Petrović falleció en un accidente automovilístico en Alemania, dejando asuntos pendientes y palabras sin decir entre ambos.
Reflexiones y legado
Años después, Divac expresó su profundo pesar por no haber reparado la amistad con Petrović antes de su muerte. En el documental “Once Brothers” de ESPN, relata su viaje emocional al enfrentar los recuerdos y las heridas del pasado. Esta historia no solo refleja la fragilidad de las relaciones humanas ante conflictos mayores, sino también cómo el deporte, que une a las personas, puede verse afectado por las divisiones políticas y étnicas.
La amistad entre Vlade Divac y Dražen Petrović es un recordatorio conmovedor de cómo las circunstancias externas pueden influir en las relaciones personales. Su historia sigue resonando en el mundo del baloncesto, sirviendo como testimonio de una época donde el deporte y la política se entrelazaron de manera indisoluble .