En un país donde los clavados son casi una religión, Osmar Olvera ha emergido como el nuevo profeta del trampolín, un joven de apenas 20 años que no solo salta al agua, sino que vuela hacia la historia. Con una mezcla de talento puro, disciplina feroz y un sueño que nació viendo a los dioses chinos dominar los Juegos Olímpicos, este clavadista mexicano está reescribiendo el guión del deporte acuático nacional. “Se le puede ganar a los chinos”, dijo Osmar Olvera, y no es solo una frase: es una declaración de guerra que ha resonado desde París 2024 hasta Guadalajara 2025, donde el oro brilló en sus manos y el Himno Nacional retumbó en el pecho de millones.
De niño soñador a rey del trampolín: Los orígenes de Osmar
Nacido el 5 de junio de 2004 en la Ciudad de México, Osmar no llegó a los clavados por casualidad. A los ocho años, mientras veía los Juegos Olímpicos de Londres 2012 en la televisión, algo hizo clic en su cabeza. Vio a Germán Sánchez, Iván García, Alejandra Orozco y Paola Espinosa subirse al podio, pero también observó cómo los chinos arrasaban con todo. “Quiero estar ahí, y quiero vencerlos”, pensó ese pequeño Osmar, según relató en una entrevista con ESPN. Esa obsesión infantil no fue un capricho pasajero: fue el combustible que lo llevó a lanzarse al agua una y otra vez.
Sus primeros pasos no fueron en natación tradicional, sino directo en los clavados, un deporte que exige precisión milimétrica y una valentía que roza lo absurdo. Bajo la tutela inicial de entrenadores en Guadalajara, y luego regresando a la capital para unirse a la legendaria escuela china de la mano de Ma Jin, su entrenadora desde 2018, a quien llama “Machín” como si fuera una segunda madre, Osmar comenzó a forjar su leyenda. Ma Jin, con su exigencia implacable de “puros dieces”, pulió a este diamante en bruto hasta convertirlo en una amenaza global.
El camino al Olimpo: Logros que pesan como medallas
Antes de que el mundo lo conociera en París 2024, Osmar ya había dejado huella. A los 17 años debutó en Tokio 2020 como el atleta más joven de la delegación mexicana de clavados, terminando en 14º lugar en trampolín de 3 metros. No fue un podio, pero fue un aviso. En 2023, explotó: dos platas en el Mundial de Fukuoka (1m y 3m), tres oros en los Juegos Panamericanos de Santiago (1m individual, 3m individual y sincronizados), y un oro histórico en el Mundial de Doha 2024 en trampolín de 1 metro, igualando a Paola Espinosa como uno de los pocos mexicanos en alcanzar esa cima.
Pero el verdadero momento de gloria llegó en París 2024. Junto a Juan Celaya, Osmar se colgó la plata en clavados sincronizados de 3 metros, a solo 2.07 puntos de los chinos Long Daoyi y Wang Zongyuan. Fue una batalla épica: México lideró en el cuarto clavado, los asiáticos temblaron, y aunque el oro se les escapó por un suspiro, Osmar no dudó en decirlo: “Para mí, ganamos”. Días después, en la prueba individual, sumó un bronce en trampolín de 3 metros, convirtiéndose en el segundo mexicano en ganar dos medallas en unos mismos Juegos Olímpicos, algo que no ocurría desde Joaquín Capilla en 1956. Con 20 años, Osmar ya era una realidad, no solo una promesa.
“Se le puede ganar a los chinos”: Una mentalidad de acero
De cara a la Copa Mundial de Clavados Guadalajara 2025, Osmar y su equipo tomaron una decisión audaz: en enero de 2025, pasaron un mes entrenando en China, el corazón del dominio mundial en clavados. Bajo la guía de Ma Jin, Osmar no sólo perfeccionó su técnica, sino que desentrañó el misterio de los chinos. “Bien, bien, obviamente estoy contento por estar ya de vuelta aquí en México, pero me la pasé muy bien porque aprendí bastante en cuanto a la técnica e incluso te das cuenta el porqué son los mejores en este deporte”, confesó al regresar.
Quedó impresionado por las instalaciones, comparándolas con el Centro Nacional de Desarrollo de Talentos Deportivos y Alto Rendimiento (CNAR) en México. “Si digo que está muy completo todo allá, creo que lo que más se acerca acá es el CNAR, pues es muy parecido a las instalaciones allá en China; podríamos mejorar para así tener mejores deportistas”, aseguró. Pero más allá de la infraestructura, lo que se trajo de China fue una certeza: “Los chinos son potencia, pero no son imbatibles”. Ese mes en el campamento asiático le dio las herramientas y la mentalidad para lo que vendría. Y lo que vino fue épico.
El 6 de abril de 2025, en Guadalajara, Osmar y Juan Celaya enfrentaron a la dupla china de Hu y Zheng en sincronizados de 3 metros. Con 430.23 puntos, los superaron por 17 unidades y se llevaron el oro. Aunque no era la misma pareja de París, el triunfo fue un golpe simbólico al reinado chino. “Tiene mérito en cualquier competencia ganar a los chinos”, dijo Osmar tras la victoria. El “Cielito Lindo” inundó el recinto, y ese oro borró el trago amargo de una prueba individual fallida días antes. “Así es el deporte, a veces estás arriba, a veces abajo”, reflexionó con madurez.
París 2024 y Guadalajara 2025: El renacer de una leyenda viva
En París, Osmar no solo ganó medallas; desafió al establishment. Estuvo a un suspiro del oro sincronizado, y en el individual peleó hasta el final contra Wang Zongyuan y Xie Siyi, los titanes chinos. “No me imagino la vida sin clavados”, confesó a Olympics.com, y ese amor visceral lo llevó a Guadalajara, donde el oro no fue solo una presea, sino una revancha simbólica. Junto a Celaya, demostró que el camino a Los Ángeles 2028 será dorado o no será.
Osmar es más que un clavadista: es un símbolo de resistencia, de lucha contra gigantes, de un México que no se rinde. En un deporte donde China ha sido un muro infranqueable, él ha abierto una grieta. Sus medallas, cinco olímpicas para México hasta ahora, 17 en total en la historia de los clavados, son un recordatorio de que los sueños de un niño de ocho años pueden convertirse en himnos nacionales. Es el estandarte de una nueva generación que no teme decir: “Sí se puede”.
Con Los Ángeles 2028 en el horizonte, Osmar Olvera no solo lleva el peso de las expectativas, sino la esperanza de un país que ve en él al heredero de Capilla, Platas y de Rommel Pacheco. “Si con tres meses hicimos temblar a los chinos, no me imagino lo que haremos en cuatro años”. Los asiáticos deberían estar preocupados. México ya tiene a su rey del trampolín, y viene por todo.