domingo, marzo 30, 2025
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Cuando una cerveza mexicana llevó a la F1 el sabor de México

Imagina esto: Es 1978, el rugido de los motores resuena en los circuitos de Fórmula 1, y entre el glamour europeo y los gigantes del automovilismo, aparece un equipo que nadie esperaba. No venía de Italia ni de Inglaterra, sino de un taller improvisado en Leamington Spa, Reino Unido, con el corazón puesto en México. Hablamos del Team Rebaque, la única escudería mexicana en la historia de la F1, y su aliado más inesperado: una cerveza bien fría, Carta Blanca, que se convirtió en su principal patrocinador. 

El origen de un sueño improbable

Héctor Rebaque, un joven piloto de la Ciudad de México, no era el típico aspirante a la F1. Provenía de una familia acomodada y había debutado en 1977 con Hesketh Racing, pero su aventura con ese equipo terminó rápido y mal: cinco carreras, cuatro no calificaciones y un abandono. Sin embargo, Héctor no era de los que se rinden. Con el apoyo de su padre, Héctor Rebaque Sr., y una visión que rayaba en lo loco, decidió fundar su propio equipo en 1978. Así nació el Team Rebaque, un proyecto que mezclaba pasión, ingenio y un toque de rebeldía.

Pero todo sueño necesita gasolina, y en este caso, también dinero. Ahí es donde entra Carta Blanca, la icónica cerveza mexicana de la Cervecería Cuauhtémoc Moctezuma. En una época donde los patrocinios en la F1 empezaban a ser el alma de los equipos, Carta Blanca vio una oportunidad única: asociarse con el primer y único equipo mexicano en la máxima categoría. Junto a otros patrocinadores como Marlboro y Café de México, la cerveza puso su logo en grande sobre el Lotus 78 que Rebaque compró al legendario Team Lotus. El resultado fue un auto pintado en tonos marrón y dorado, con el nombre de Carta Blanca brillando como un faro de identidad nacional.

Una cerveza en la pista: El Team Rebaque en acción

El Team Rebaque no era Ferrari ni McLaren, eso está claro. Operaba con un presupuesto modesto y un equipo de apenas 10 personas, liderado por el mismo piloto, quien también hacía de mecánico, negociador y estratega. Para 1978, Héctor logró un trato con Colin Chapman, el genio detrás de Lotus, para adquirir el Lotus 78, un auto revolucionario que había dominado la temporada anterior con su diseño de “efecto suelo”. Con ese bólido, Carta Blanca no sólo patrocinaba un equipo, sino que apostaba por un pedazo de historia automovilística.

La temporada no fue un cuento de hadas. La F1 de los 70 era brutalmente competitiva, y los equipos nuevos como Rebaque enfrentaban el reto de precalificar en un mar de competidores. Héctor y su Lotus 78 con el logo de Carta Blanca lograron calificar en 11 de las 16 carreras, pero los resultados fueron discretos. El momento cumbre llegó en el Gran Premio de Alemania, donde Rebaque cruzó la meta en sexto lugar, puntuando para el campeonato de constructores. Puede sonar poco, pero para un equipo debutante y con recursos limitados, fue un triunfo que sabía tan bien como una Carta Blanca helada en un día de calor.

Más que un patrocinador: Un símbolo mexicano

Carta Blanca no era solo un logo en el auto; era un pedazo de México rodando a más de 300 km/h. En una era donde los patrocinios de tabaco como Marlboro o combustible como Shell dominaban la F1, una cerveza mexicana destacaba como algo exótico y auténtico. Para los fanáticos mexicanos, ver ese nombre en circuitos como Monza o Silverstone era un recordatorio de que, aunque fuera por un momento, México estaba en la élite del automovilismo.

El experimento duró poco. En 1979, Rebaque empezó con el Lotus 79, pero después creó un auto propio diseñado por Geoff Ferris con un motor Ford Coswoth, pero los resultados no llegaron y el equipo cerró al final de esa temporada. Héctor seguiría corriendo con Brabham en 1980 y 1981, pero el Team Rebaque, y con él la presencia de Carta Blanca, quedó como un recuerdo fugaz pero inolvidable.

El legado de Carta Blanca en la F1

Hoy, el Team Rebaque es una nota al pie en la historia de la Fórmula 1, pero su existencia sigue siendo un hito. Fue la primera y única escudería mexicana en la categoría, y Carta Blanca, como su mayor patrocinador en 1978, jugó un papel clave en hacer ese sueño realidad. No ganaron títulos ni llenaron vitrinas de trofeos, pero dejaron una huella: la de un equipo que se atrevió a soñar en grande y una cerveza que llevó el sabor de México a un mundo dominado por gigantes.

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