Nicolás Larcamón, técnico del Necaxa, demostró una vez más que la pasión es su sello distintivo en el banquillo durante el enfrentamiento contra el Club León. Para él, este no es un partido cualquiera: aunque alguna vez León fue su casa, sabe que enfrentarlos implica sufrimiento, concentración y sacrificio, cualidades que exige a su equipo en cada minuto.
Desde el arranque, Larcamón no escatimó en intensidad. Con las primeras botellas de agua en mano, sus gritos resonaron en el estadio, dirigidos tanto a sus jugadores como a los árbitros, a quienes considera un factor más a vencer. Mientras ajustaba a su Necaxa sobre la marcha, el estratega mantenía claro su objetivo: ante León, no hay margen para errores.
El primer gol de los Rayos desató la euforia en el Estadio Victoria, pero Larcamón, serio y consciente, sabía que un tanto no era suficiente. Sin embargo, no contuvo el festejo, porque para él siempre hay que buscar más. Desde la línea, peleó cada decisión arbitral con la misma vehemencia que ponía en sus indicaciones, mostrando que mantener la calma y hablar de frente son parte de su esencia.
Con una plática al capitán Unsain y otro trago de agua para recargar energías, Larcamón enfrentó la dificultad del rival. “León no es fácil”, parecía repetir en su mente, y cuando llegó el segundo gol, lo celebró con gusto, aunque de inmediato volvió a reajustar. La hidratación fue constante, un ritual que lo acompañó mientras sentía cerca el tercer tanto, aunque con un pequeño lamento por las oportunidades perdidas.
A pesar de la presión de León, que buscaba el empate, los Rayos no se achicaron. Los aplausos de Larcamón al esfuerzo de sus jugadores marcaron el camino al descanso, un momento para recargar energías y mantener la intensidad que lo caracteriza durante los 90 minutos. Con abrazos y más agua, su pasión quedó patente.
En la segunda mitad, los ajustes continuaron. Un cambio para fortalecer la plantilla reflejó su visión táctica, pero cuando León anotó su primer gol, Larcamón mantuvo la cabeza fría. Aunque a veces su enojo se hizo notar, recurrió al capitán para dar ánimos y reordenar al equipo, demostrando su capacidad para interpretar y reaccionar al partido como pocos.
Los nervios afloraron conforme el reloj avanzaba, con risitas ocasionales que aliviaban la tensión y más indicaciones que guiaban a sus pupilos. El tiempo, su eterno enemigo, parecía correr lento, pero al sonar el pitido final, el respeto al rival precedió al festejo y a una bendición final. Así es Nicolás Larcamón, el técnico más pasional de la Liga MX, quien con su entrega pone a soñar a toda la afición necaxista.
