Un 24 de marzo se cumplen nueve años desde que Johan Cruyff nos dejó. No fue solo un adiós a un jugador o a un entrenador; fue la despedida de un revolucionario, un filósofo del balón que transformó el fútbol en arte y lo elevó a una dimensión que aún hoy nos maravilla.
En este aniversario luctuoso, no solo recordamos al “Flaco”, sino que celebramos un legado que sigue latiendo en cada pase, en cada cancha, en cada sueño de un niño con una pelota. Si el fútbol es un espectáculo, Cruyff fue su director de orquesta, su guionista y su estrella principal.
El hombre que inventó el fútbol moderno
Hablar de Johan Cruyff es hablar de una mente que veía lo que otros no podían ni imaginar. Nacido el 25 de abril de 1947 en Ámsterdam, creció a la sombra del estadio del Ajax, un club que sería su primer lienzo. Ahí, bajo la tutela de Rinus Michels, el padre del “Fútbol Total”, Cruyff se convirtió en el pincel que pintó una nueva forma de entender el juego. ¿Posiciones fijas? Aburrido. ¿Marcaje individual? Limitante.
Johan abogaba por un fútbol fluido, donde todos atacaban y todos defendían, un caos organizado que desarmaba rivales y enamoraba tribunas.
Con el Ajax, ganó tres Copas de Europa consecutivas (1971-1973) y ocho ligas holandesas. Luego, en 1973, llegó al FC Barcelona como un mesías en tiempos oscuros. España vivía bajo el franquismo, y el Barça llevaba 14 años sin un título de liga. Cruyff aterrizó, y en su primera temporada, no solo ganaron LaLiga, sino que humillaron al Real Madrid con un histórico 5-0 en el Bernabéu. Ese día, el fútbol dejó de ser solo un deporte en Cataluña; se convirtió en una bandera.
Pero su obra maestra como jugador llegó en el Mundial de 1974 con Países Bajos. Aunque no levantó la copa, su “Naranja Mecánica” hipnotizó al mundo. Y sí, ahí nació el “Giro Cruyff”, ese movimiento con el que engañó a Jan Olsson de Suecia, un truco tan simple y tan genial que hoy los niños lo practican en las calles y en videojuegos.
“Jugar al fútbol es muy sencillo, pero jugar al fútbol sencillo es lo más difícil que existe”
Y vaya que lo demostró.
El entrenador que construyó un imperio
Si como jugador fue un genio, como entrenador fue un visionario. Volvió al Barcelona en 1988 y lo transformó en el “Dream Team”. Cuatro ligas consecutivas y la primera Copa de Europa en 1992 en Wembley frente a la Sampdoria. Pero más allá de los trofeos, dejó una filosofía: el balón es el rey, la posesión es poder, y la cantera es el futuro. La Masía, la famosa academia blaugrana, fue su obsesión, y de ahí salieron joyas que perpetuaron su estilo. Pep Guardiola, uno de sus discípulos, lo resumió perfecto:
“Cruyff construyó la catedral, nosotros solo la mantenemos”.
Su paso por el Ajax como técnico también fue glorioso, con una Copa de Europa en 1987. Pero su influencia trasciende clubes. “La calidad sin resultados no tiene sentido. Los resultados sin calidad son aburridos”, afirmó. Y así vivía el fútbol: como un equilibrio entre belleza y victoria.
Un legado más allá del césped
Cuando el cáncer de pulmón se lo llevó en 2016, a los 68 años, Cruyff no se fue del todo. Dejó la Johan Cruyff Foundation, que lleva deporte a niños en situación vulnerable, y el Johan Cruyff Institute, que forma a futuras generaciones en gestión deportiva. Hay estadios con su nombre en Ámsterdam y Barcelona, estatuas que lo inmortalizan, y hasta una carrera, la Cruyff Legacy 14K, que en abril de 2025 volverá a reunir a miles en su honor.
Pero su verdadero legado está en el juego mismo. Cada vez que ves a un equipo dominar con pases cortos, presionar alto o salir jugando desde atrás, estás viendo a Cruyff. Guardiola, Xavi Hernández, Frank Rijkaard, Peter Bosz, Luis Enrique y Ronald Koeman: todos beben de su fuente. “El fútbol es un juego que se juega con el cerebro”, decía. Y él lo jugó como nadie.
Nueve años después: un adiós que no termina
En este noveno aniversario luctuoso, no hay lágrimas secas, sino una sonrisa melancólica. Johan Cruyff no solo nos dejó goles, títulos y frases para enmarcar; nos dejó una manera de sentir el fútbol. “Al fútbol siempre debe jugarse de manera atractiva, debes jugar de manera ofensiva, debe ser un espectáculo”, sentenció. Y así fue su vida: un espectáculo inolvidable.
Así que, mientras el mundo recuerda al “14” eterno, brindemos por él. Por el flaco que fumaba en el banquillo, que discutía con todos y que, con una pelota en los pies, nos enseñó que el fútbol no tiene límites. Porque, como él mismo dijo: “Lo más importante del fútbol son los aficionados, que la gente vuelva a casa contenta. Es su tiempo libre y hay que darles algo para disfrutar”. Gracias, Johan, por tanto. Descansa en paz, genio eterno.