miércoles, marzo 19, 2025
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Toros sí, sangre no: La CDMX da un giro histórico a la tauromaquía

El Congreso de la CDMX aprobó, con un abrumador 61 a 1, las corridas de toros sin violencia. Sí, leyeron bien: los toros seguirán pisando la arena, pero ahora sin espadas, sin banderillas y, sobre todo, sin ese final trágico que dejaba a más de uno con el corazón en un puño. ¿Qué significa esto para la tauromaquía?, ¿es un paso hacia adelante o un puntapié a una tradición de siglos?

Un viaje al pasado: ¿De dónde viene la tauromaquía?

La tauromaquía no es un invento de ayer. Sus raíces se hunden en la Antigua Grecia y Roma, donde hombres enfrentaban bestias como prueba de valor. Pero la versión que conocemos llegó a España en la Edad Media, cuando los nobles a caballo toreaban toros bravos como espectáculo. Fue en el siglo XVI, con la colonización, que los españoles trajeron esta fiesta a México. La primera corrida documentada en el país ocurrió el 13 de agosto de 1529 en la Plaza del Volador, en lo que hoy es el Centro Histórico de la CDMX, para celebrar la caída de Tenochtitlán. Desde entonces, el toreo se arraigó como símbolo de poder, arte y controversia.

En el siglo XVIII, con toreros icónicos como Pepe Hillo, la tauromaquía se profesionalizó: nacieron las reglas, las plazas y el culto al matador. En México, la Plaza México, inaugurada en 1946, se convirtió en el templo mayor de esta tradición, con capacidad para 41 mil almas y un legado que ha visto pasar a leyendas como Manolete y Luis Miguel Dominguín. Pero lo que empezó como fiesta de élite hoy divide opiniones: para unos es cultura pura; para otros, un eco cruel del pasado.

¿Qué pasó en el Congreso y qué cambia en el ruedo?

La iniciativa, impulsada por la jefa de Gobierno Clara Brugada, no busca borrar la tauromaquía del mapa, sino darle un lavado de cara. Las nuevas reglas son claras: nada de objetos punzantes (adiós picas y espadas), los cuernos de los toros llevarán protectores para evitar lesiones, y el animal no morirá ni en la plaza ni fuera de ella. Al final del espectáculo, el toro regresa vivo y coleando a su ganadería. Además, cada faena durará máximo 15 minutos por toro. ¿El resultado? Un show que promete ser más ballet que carnicería, con el capote y la muleta como únicas estrellas.

Esto no es una prohibición total, como en Sonora o Guerrero, sino un híbrido que intenta contentar a animalistas y taurinos por igual. Pero, ¿lo logra? Aquí empieza el debate.

El toro lleva años en la cuerda floja: un poco de historia

La idea de “suavizar” las corridas no nació ayer. En la CDMX, el tema lleva cocinándose desde hace más de una década. En 2016, la Asamblea Constituyente ya reconocía a los animales como seres sintientes, sentando un precedente. Luego, en 2021, una iniciativa para prohibirlas del todo llegó al Congreso, pero se quedó en la congeladora.

Entre amparos, protestas y fallos judiciales, como el de 2023 que devolvió las corridas tradicionales a la Plaza México, la discusión ha sido un sube y baja emocional.

El giro “sin violencia” toma inspiración de intentos fallidos, como el de las Islas Baleares en 2017, donde se probaron corridas sin sangre, pero la afición las rechazó y un tribunal las tumbó. En México, Clara Brugada lleva meses defendiendo su propuesta, asegurando que no mata la tauromaquia, sino que la “evoluciona”. La votación del 18 de marzo fue el clímax de este culebrón, y ahora solo falta la publicación en la Gaceta Oficial para que entre en vigor.

Bienestar animal: ¿De verdad se salva el toro?

Aquí entra el gran “pero”. Sí, el toro no muere, y eso es un avance frente a las 6 mil reses sacrificadas al año en México (dato de Humane Society International). Los protectores en los cuernos reducen heridas, y la faena corta promete menos agotamiento. Pero no todo es miel sobre hojuelas: el toro sigue siendo estresado por el ruido, el acoso del torero y el encierro previo. Estudios de la UNAM (2019) muestran que los toros bravos sufren picos de cortisol, la hormona del estrés,  durante las corridas, incluso sin heridas. ¿Es esto bienestar o solo un maquillaje? Los animalistas dicen que no basta; los taurinos, que el toro nació para eso. La ciencia dice: el sufrimiento no desaparece, solo se disfraza.

¿Qué significa esto para la tauromaquía? 

Para los puristas, esto es un sacrilegio. “Sin sangre, no es corrida”, gritan desde las gradas. Matadores como Arturo Saldívar y organizaciones como Tauromaquia Mexicana dicen que quitarle la muerte al toro es arrancarle el alma a una tradición de 500 años.

Para ellos, la tauromaquía es arte puro: una danza entre hombre y bestia donde el riesgo, la técnica y el drama se funden en un cuadro vivo. Imagina a Picasso pintando sin rojo o a un futbolista jugando sin balón; así lo ven.

Pero, ¿es arte o solo violencia disfrazada de cultura? Los animalistas y el 75% de los capitalinos (según una encuesta de Enkoll de marzo 2025) dicen que no hay belleza en el sufrimiento. Para ellos, este cambio es un triunfo: el toro vive, los empleos (unos 30 mil directos, según taurinos) se mantienen, y la Plaza México sigue abierta. Sin embargo, hay un pero: el toro sigue estresado en el ruedo, acosado por muletas y aplausos. ¿Es esto bienestar animal o solo un parche?.

Desde mi palco crítico, diría que la tauromaquía tiene algo de arte, sí. La destreza del torero, el juego de luces y sombras, la tensión que corta el aire… Eso no se inventa en un día. Pero el arte no justifica todo. Si el precio es la sangre, ¿no sería más artístico reinventarlo? Este formato “sin violencia” podría ser un experimento fascinante… o un fiasco que deje a todos insatisfechos.

¿Está bien o mal?: El toro decide… o no

A favor: el toro vive, los empleos se salvan y la tradición se adapta a un mundo que ya no tolera el maltrato. En contra: se diluye la esencia de la fiesta, y el estrés animal no desaparece del todo. Los taurinos ya preparan amparos; los animalistas piden más. La taquilla dirá si el público aplaude o se va. ¿Es arte? Sí, pero no a cualquier precio. ¿Es bienestar? Parcial, pero imperfecto. 

La CDMX se la juega con un formato que podría ser la salvación de la tauromaquía o su acta de defunción. Solo el tiempo y la taquilla lo dirán.

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