Hay historias en el fútbol que te pellizcan el alma, que te hacen creer en segundas oportunidades y en la magia de encontrar el lugar correcto en el momento justo. La de Mohamed Salah es una de esas. Un talento que el Chelsea dejó escapar, un joven al que subestimaron, hasta que llegó al Liverpool y se convirtió en un rey indiscutible, un Faraón que no solo marcó goles, sino que reescribió la historia de un club sediento de gloria. Esta es su travesía, una montaña rusa emocional que nos recuerda que los grandes no nacen: se forjan.
Chelsea: Una chispa que no supieron encender
Imagina ser un chico de 21 años, llegar del Basel suizo al Chelsea en 2014 con los ojos llenos de ilusión y encontrarte con un banquillo frío y un entrenador que apenas te mira. Eso le pasó a Salah, en Stamford Bridge, bajo la sombra de José Mourinho, el egipcio jugó migajas: 19 partidos, dos goles y un montón de dudas sembradas en su cabeza. No era el Salah que conocemos hoy, el killer de área, el velocista letal. Era un joven tímido, con un inglés titubeante y un estilo que no encajaba en el rígido molde blue. Lo cedieron a Fiorentina, luego a Roma, y en Londres apenas quedó su eco. Pero en ese silencio, algo crecía: una furia callada, una promesa de revancha.
Roma: El renacer antes de la corona
En Italia, Salah empezó a mostrar lo que el Chelsea no vio. En la Roma, entre 2015 y 2017, marcó 34 goles y dio 22 asistencias en 83 partidos. Velocidad, regate, visión. Los hinchas romanistas lo amaron, pero él sabía que su destino estaba en otro lado. Fue una parada clave, un calentamiento para lo que vendría. Porque el 22 de junio de 2017, el Liverpool llamó a su puerta con 42 millones de euros y una camiseta roja. Y ahí, empezó todo.
Liverpool: Donde los faraones construyen imperios
Cuando Salah pisó Anfield, pocos imaginaban el incendio que iba a desatar. Su primera temporada, la 2017/18, fue un grito al mundo: 44 goles y 14 asistencias en 52 partidos.
Algunos lo llamaron “one season wonder“, un milagro de una sola campaña. Qué equivocados. Año tras año, el Faraón siguió rompiendo redes y récords.
“Quiero que los aficionados recuerden que lo di todo por ellos. Lo di todo por la ciudad. Estuve aquí, no fui perezoso, disfruté de mi fútbol y lo di todo. Creo que eso es lo que representa esta ciudad: te dan amor y tienes una conexión con ellos porque das todo. Solo quiero que recuerden que estuve aquí durante ocho años y lo di todo.”
Miren estas cifras, porque no son solo números, son capítulos de una epopeya:
- Temporada 2017/18: 44 goles y 14 asistencias en 52 partidos.
- Temporada 2018/19: 27 goles y 10 asistencias en 52 partidos.
- Temporada 2019/20: 23 goles y 13 asistencias en 48 partidos.
- Temporada 2020/21: 31 goles y 6 asistencias en 51 partidos.
- Temporada 2021/22: 31 goles y 15 asistencias en 51 partidos.
- Temporada 2022/23: 30 goles y 16 asistencias en 51 partidos.
- Temporada 2023/24: 25 goles y 13 asistencias en 44 partidos.
- Temporada 2024/25: 30 goles y 22 asistencias en 39 partidos.
En total son 241 goles y 109 asistencias en 388 partidos.
Pero no se queda en estadísticas. Salah trajo trofeos a un Liverpool que llevaba décadas anhelandolos:
- Campeón de Premier League: Rompió una sequía de 30 años.
- Campeón de UEFA Champions League: 14 años después, la “Orejona” volvió a Anfield.
- Campeón de Mundial de Clubes: El primero en la historia del club.
- Campeón de Supercopa de Europa: Tras 14 años de espera.
- Campeón de Community Shield: 16 años después.
- Campeón de FA Cup: Otro fin a 16 años de sequía.
- Bicampeón de Copa de la Liga: Dos títulos tras 16 años sin saborearlo.
El Faraón eterno
Tres Botas de Oro de la Premier League (y va por la cuarta), máximo goleador africano en la competición, rey de los goles del Liverpool en la Champions League, top 3 de goleadores históricos del club con 241 dianas, top 6 en asistencias con 109 pases de gol. Y todo esto mientras algunos, tras su debut estelar, dudaban de su constancia. ¿One season wonder? No, una leyenda total.}
Salah no solo es números o títulos. Es el tipo que corre hasta el último segundo, que sonríe con humildad y carga el peso de un club y un país en sus hombros. Liverpool lo vio llegar como un refuerzo y, cuando el día llegue, lo despedirán como un dios egipcio tallado en la historia de Anfield. Chelsea lo dejó ir; el fútbol lo agradeció, porque el Faraón encontró su pirámide, y desde ahí, domina el mundo.